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Reconciliarse: la mejor forma de fomentar esperanza


– ¿Fabricio, de qué vas a escribir esta semana? –me preguntaron.

– Sobre la esperanza –respondí.

– ¡Otra vez! –me replicaron.

Me quedé pensando y a la vez yo mismo me pregunté ¿por qué? Por eso doy mis razones ahora, las mismas que serán válidas si alguien las acoge; si no, otra vez, frases al viento. Pero por lo menos lo intenté.

La esperanza se confunde con la utopía. No debería ser así, aunque hay un punto de confluencia: lo que no es, lo que por ahora no existe, no tiene lugar. U-topos no quiere decir que no pueda ser. Sin embargo, para que sea se requiere la esperanza más que como actitud, virtud, esfuerzo, anhelo. ¡Luchas sabiendo que no siempre se llega a la meta! Pero se camina, se da la vida. Hay razones por las cuales vivir reconociendo que las sorpresas son mayores que los resultados, que lo que viene nos sobrepasa, que el todo es mayor que la parte. He puesto mi granito de arena, me siento parte de un proyecto mayor de crecimiento de aprendizaje.

La esperanza se cultiva con el arado diario del corazón, de la paciencia, del saber acompañar procesos más que resultados. Cuando se es padre o madre de familia debemos poner mucho más en práctica estas cualidades, más aún si por alguna circunstancia no se cuenta con el apoyo de la pareja. La esperanza es necesaria. Necesitamos ver más allá de la materialidad de las cosas, de la mera facticidad de los hechos. Para eso, como nos recomienda el adviento - tiempo de esperanza y siguiendo el Evangelio de Mateo 24: 37ss - debemos tener los ojos bien abiertos para no dejarnos arrebatar nuestros sueños y utopías, y ver en medio del diluvio la oportunidad de la nueva creación. Hay que destruir la envidia, los celos, el pesimismo y aprender a caminar en pareja de amigos, de colaboradores, de novios, de esposos, de padres e hijos, de compañeros. Es el simbolismo de los animales de dos en dos, como de los dos seres que fueron subidos al arca de la salvación, el amor de pareja, la esperanza de un futuro mejor. Ojos bien abiertos en medio de tanta oscuridad, penurias y peligros. Por ello, estar en vela y preparados, no sabemos en qué momento nos pueden arrebatar las cosas, o lo peor la vida, pero nunca podrán arrebatarnos la esperanza, de ser mejores, de soñar.

La esperanza no es ilusión, aunque se mueve por ellas. Una cosa es hacerte ilusiones y otra muy distinta es tener ilusiones. El hacerte ilusiones es vivir en la nube rosada de irrealidades e imposibilidades. “Un sapo que baile flamenco”, dice una canción; un novelista que quiera construir un edificio sin hacer sus planos estructurales; buscar la pareja ideal con dinero, bella, que te perdone todo, que no te corrija, ni te diga lo que debes mejorar. Estos son sólo unos pocos ejemplos de lo que podrían ser ilusiones fuera de la realidad. Sin embargo, cuando hablamos de familia, de pareja, debemos valorar a la persona real, la compañera que te dice las cosas con ternura, sin explotar, ni hacer violencia. Ese nivel de autocontrol sólo lo tienen las personas con esperanzas. Por ello, la mejor educación que podemos dar a los jóvenes es educarlos para la reconciliación consigo mismos, con sus padres, con la naturaleza y con Dios.

Dicen que hoy la educación está en crisis, que no consigue lo que se necesita. Pero ¿tenemos claro lo que necesitamos? Papás que no tienen tiempo para lo esencial: los hijos, la pareja, la conversación, la recreación; sino para la productividad y la eficacia profesional. Maestros que no tienen tiempo para sacar adelante a los chicos, pues tienen que llenar planificaciones, cumplir programas, pasar notas y no tienen espacio para darse cuenta del tipo de aprendizaje que necesitan sus estudiantes, de crear ejercicios distintos para mejorarlos. Hijos que no aguantan consejos, que sólo quieren cosas que los entretengan y distraigan, el pasarla bien, el cuidar el cuerpo, el tener fiestas, ya el futuro vendrá después, total mis papás deben ayudarme y darme lo que necesito, pero yo no colaboro con ellos. Y no hablemos de la naturaleza el descuido que tenemos con ella, el no reciclar, ni poner las cosas en su lugar.

Si seguimos ese camino de no darnos cuenta de qué es lo esencial en la vida jamás habrá esperanza y sólo un mero pragmatismo que llevar a hacer lo que necesito sin importarme los demás, ni el mundo. La esperanza parte de la realidad, me invita a darme cuenta que ésto es inaguantable, a perdonarme y darme otra oportunidad; sólo así daré otra oportunidad al amor, a la belleza, a la verdad y a la variedad que se necesita en la vida para ser feliz y hacer feliz a los demás.

Podemos reorientar nuestra vida. Procurando no dar espacio a sentimientos de tristeza y decepción. Dando prioridad y destacando siempre nuestro deseo de vivir algo más positivo y menos postizo, más auténtico, más digno y menos artificial. Urge ver lo esencial y encontrar la fuente de la vida. El Adviento nos invita a preguntarnos: ¿me siento atraído por Jesús o distraído por una serie de cosas secundarias?

PARA PENSAR:

¿ES NECESARIO INSISTIR EN LA ESPERANZA?

Si quieres vivir con los pies en la tierra, sí y mucho.

¿POR QUÉ PERDEMOS LA ESPERANZA?

La dureza de los problemas de la vida, es cierto, pero también por la ceguera de no ver posibilidades

¿QUÉ NECESITO PARA REFORZAR LA ESPERANZA?

Reorientar nuestra vida, no ceder a la tristeza, encontrar la fuente de la vida: Dios, Jesús.

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