Lucas nos cuenta (cap 18: 1-8) que cuando Jesús quería enseñar a sus discípulos a orar siempre y sin desanimarse, les contaba parábolas, no daba cátedra sino que reconocía la experiencia de Dios en otros e invitaba a pensar para que cada uno saque sus conclusiones y busque su métodos. No dirigía ni adoctrinaba, simplemente invitaba a ver, juzgar y actuar.
Resulta que la parábola que contó en esa ocasión no era tan sencilla como parece, comparar a Dios con un juez corrupto e injusto, que le tocaba el oficio de impartir justicia… No nos ayuda a sentir el Dios justo y tierno que predicaba en otra ocasión. Y lo que es peor, como primera reflexión es que una viuda pobre clamaba justicia por largos años. ¨Hazme justicia¨, era su petición al juez injusto… como muchos pobres o personas que sufren una injusticia, una desgracia, una enfermedad, ayúdanos, soluciona nuestros problemas… ¿Dónde está la bondad y la justicia del Dios de la vida? ¿PARA QUE SIRVE ORAR EN SITUACIONES DE INJUSTICIA Y DESGRACIAS?
Estas eran las preguntas que nos hacíamos un grupo de jóvenes de un colegio jesuita de Guayaquil que fuimos a armar casas de Hogar de Cristo, que fueron donadas por ese colegio en una actividad de padres e hijos, para Manabí. Dio la casualidad que eso se hizo justo a los 6 meses del 16A ¿Qué coincidencia? Y justo se palpaba cómo las autoridades nacionales seguían en planificación y estudios y no se resolvían los problemas de vivienda de la gente. Un chico respondió en voz alta, cunado los demás no sabíamos qué hacer ¿Para qué sirve orar? Para ver la vida de otra manera, la realidad se pude ver desde otra óptica, no solo de las primeras impresiones, eso me permite caminar, tener esperanza. Los demás lo aplaudimos, dio en el clavo.
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Y ver la vida de otra manera, seguir caminando con esperanza, SIN DESANIMARSE ante tanta lentitud gubernamental, ante tantas dificultades que la gente que sufrió el día del terremoto fatídico, no quitó al esperanza. Los muertos se lloraron, pero la vida no se acabó, continúa y continúa clamando ¡HAZME JUSTICIA! El silencio de Dios es la pausa para sentir su presencia como fuerza solidaria y esperanza transformadora.
Una señora nos contaba su experiencia, como muchas historias que se conocen que solo se explican desde el silencio del corazón de cada cual y que no se publicarán pero que en el relato cotidiano de cada día se contagiarán.
Resulta que la señora se encontraba en su primer piso de la casa, cuando sintió el terremoto se cayó en el suelo boca abajo, después de un rato vio que al lado suyo había un precipicio, que le cayó la madera y la caña encima, pero que no la mató como hizo el cemento en otros casos. Después de un rato se levantó, reunió a los suyos y agradeció el don de la vida. Perdió todo, pero no lo esencial, la vida que hoy no solo grita por justicia y rapidez sino que agradece y ve la realidad de otra manera. La señora preparó ese día comida típica manaba, la mejor del país, para esos chicos que parecían inútiles por ser de la ciudad y de un colegio que le dicen aniñado. Reconoció la fuerza de los chicos y la seriedad con que se tomaron el ayudar al prójimo, no solo consiguiendo dinero sino compartiendo la esperanza, trabajando por ellos y comiendo con ellos.
Los chicos en la misa de despedida dijeron estamos cansados, ¨muertos de cansancio¨, pero llenos de vida y gratitud por la gente que hoy conocimos, prometemos volver y cantar la alegría de la vida. La pregunta final de Jesús en dicho relato de Lucas era ¿Cuándo regrese encontraré FE en la tierra? La comunidad de Cabuyal y los chicos del colegio Javier nos dieron una respuesta. Tú querido joven que lees esta historia ¿cuál es tu respuesta?
PARA PENSAR:
¿PARA QUE SIRVE ORAR EN SITUACIONES DIFÍCILES?
No para solucionar problemas, a lo mejor, pero sí para ver la vida de otra manera
¿CUÁL ES EL CLAMOR DE LOS POBRES HOY?
El mismo de todos los tiempos: ¡HAZME JUSTICIA SEÑOR!
¿QUÉ PODEMOS HACER PARA AYUDAR A LAS VÍCTIMAS DE LAS HISTORIA?
Practicar nuestra FE y aumentar nuestra solidaridad.