Fue una de las tantas palabras que me quedó después de haber asistido a un retiro, quizá fue la forma en la que el expositor la expresó que llamó mi atención y curiosidad por indagar un poco más; así comenzó su ejemplo:
"Saben ustedes ¿qué es desolación? Bueno, pues desolación es llegar después de un par de semanas y que tus compañeros te digan, Juanito como te has engordado, entonces uno entra en desolación y siente muy mal"
En ese momento sentí la necesidad de entender qué era realmente la desolación sentimiento que al parecer experimentamos muy a menudo pero que no lo sabemos identificar. Al comenzar esta búsqueda encontré que San Ignacio nos habla no solo de la desolación sino también de la consolación. Sin embargo, profundiza en la desolación y la describe como:
"Una oscuridad en el ama, turbación, atracción por cosas bajas y mundanas, inquietud por abundantes y variadas agitaciones y tentaciones que mueven a desconfianza, desesperación y fealdad. El alma se encuentra, cuando uno está desolado, toda floja, toda tibia, como separada de Dios, es decir, solo, alejado de Dios". (Ejercicios Espirituales, n.317)
Además San Ignacio en una carta describe sus características:
"El enemigo nos hace desviar de lo que hemos comenzado, trata de tirarnos abajo en el ánimo, en nosotros hay tibieza sin saber por qué estamos de este modo, no podemos rezar con devoción ni hablar ni oír cosa de Dios con gusto interior. Sentimos como si todos fuéramos olvidados de Dios, venimos a pensar que en todo estamos lejos de Dios, lo hecho y lo que querríamos hacer nada tiene, todo es como si cayera en el vacío, nos trae a desconfiar de todo"
Cuántos de nosotros hemos experimentado estas sensaciones, de cansancio por la vida, de sentir que nada de lo que hacemos vale la pena, de sentirnos que nos hemos defraudado y hemos defraudado a Dios, de sentir que nos cuesta amar, que hemos fracasado y renunciando a toda lucha y a las personas que han estado involucrada en ella ¿Cuántos de nosotros hemos experimentado la desolación? Me atrevería a decir sin dudarlo que todos en algún momento nos hemos sentido así.
Lo primero entonces para salir de la desolación es reconocer que nos hemos enfrentado a ella y que su fin es apartar nuestro corazón del camino de Jesús creando duda y aflicción, llenándome de tristeza y desanimo haciéndome creer que no voy a poder salir del pasado que me causa dolor que me arruga el alma y la llena de fantasmas. Es necesario entender que el tiempo de Dios es perfecto, es constante y que debemos abandonarnos en él con nuestros problemas con nuestro cansancio, el reconocer nuestras debilidades, en este momento de abandono y descanso debemos traer a nosotros la memoria, esa que había sido opacada y oscurecida, recordar y agradecer las gracias que hasta entonces hemos recibido, los afectos de quienes nos han amado nos han acompañado, las alegrías, la paz, la presencia de Dios.
Lo segundo es necesario dejarnos ayudar, una pequeña crisis de desolación puede convertirse en una muy grande si esta permanece enmudecida, abrir el corazón hablar y dejarnos ayudar hará que la enfrentemos en búsqueda de una solución. Entender todo este proceso requiere de gran humildad para reconocer nuestra naturaleza débil humana, pero sobre todo de dejarnos guiar por el Espíritu que nunca nos abandona.
Los invito entonces, a anclar nuestras vidas en experiencias que la hayan marcado positivamente para decir como nos enseña Santa Teresa hablando de su experiencia donde la esencia de su alma fue marcada por Dios: "No se me olvidará aunque quiera esta gracia recibida".
Fabro S.J.
Reflexionemos:
¿Cuándo entramos en desolación?
Cuando el alma se encuentra toda floja, toda tibia, como separada de Dios, es decir, cuando nos sentimos solos, alejado de Dios
¿Qué necesitamos para salir de la desolación?
Reconocimiento: De mi estado desolado
Memoria: De las gracias recibidas
Paciencia: El tiempo de Dios es perfecto
Humildad: Para rezar, para dejarme ayudar.