Es conocida la historia que se nos cuenta en la niñez y juventud para despertar o buscar cómo concretar nuestros deseos: la Lámpara de Aladino, “aparece el mago de repente al que se encuentra la lámpara, pide tres deseos y te los concederé, entonces el que se encontró con la lámpara mágica, no sabe qué pedir, no sabe qué desea.” En nuestro crecimiento humano podemos diferenciar esos deseos. Cuando le preguntamos a un niño o cuando éramos niños, es típico escuchar quiero esto, esto y aquello. Cuando se le pregunta a un joven, este dice deseo esto y por lo general no es cosa sino libertad, hacer lo que él quiera y que no le pongan límites. Si uno le pregunta a un adulto, este se dio cuenta, muchas veces que falló en sus deseos, no supo lo que quería. Cuando uno le pregunta a un adulto mayor este dice, yo quiero y acepto lo que la vida me dio.
El gran interrogante de la madurez humana es saber lo que quiero. Creemos que queremos una cosa, pero la realidad es otra, vivimos reconstruyendo nuestras vidas, levantándonos de nuestros fracasos. Y eso es bueno, pero no volamos a la altura de lo que podríamos volar si manejáramos nuestra inteligencia emocional, si nos conociéramos nosotros mismos, si distinguiéramos las distintas complejidades que hay en nuestro mundo interior. Por algo San Ignacio de Loyola nos enseñó a descubrir nuestras maravillas internas y a saber manejarlas, distinguirlas, no engañarnos; por ello, al que ora le enseña a preparar la oración de petición como algo esencial para su crecimiento humano integral, saber buscar lo que quiero, y repite en sus instrucciones espirituales que sepamos decir, quiero, deseo y es mi determinación deliberada. Eso es crecer, eso es orar.
En el evangelio de San Juan encontramos un relato distinto a la lámpara de Aladino:
“No es el discípulo el que pide, es Jesús Resucitado quien nos pide. No tengas miedo, reciban mi paz, reciban mi espíritu.”
Ese fue el mensaje del Jesús terreno. Sigue siendo su mensaje en su vida de resucitado. Sin embargo, los discípulos de aquel entonces, como los de ahora seguimos encerrados por miedo a los judíos, a la sociedad en que vivimos, a nosotros mismos.
Ojalá querido joven comprendas lo que hoy he querido compartir. NO desperdicies tu vida esperando que la lámpara mágica llegue a tu historia; construye tu futuro manejando tus emociones, conociendo tus cualidades y descubriendo que si sabes manejar los afectos sabrás amar, ser libre y volar muy alto. Eso es lo que nos dice Jesús Resucitado cuando nos da su Espíritu, es la petición esencial que debes descubrir.
Por
Fabro, S.J. Reflexionemos: ¿Por qué los seres humanos fracasamos en la vida?
Porque no sabemos descubrir lo que queremos.
¿Y por qué cuando lo descubrimos podemos seguir fracasando?
Porque no sabemos manejar nuestra interioridad emocional, afectiva o evolutiva. ¿Qué debemos hacer para volar alto en la vida?
Descubrir tu petición esencial.