Cada día muchos investigadores, estudiantes de doctorados, maestrías, licenciaturas se preguntan para qué sirven sus investigaciones, sus largas horas de no dormir, de gastar tiempo, recursos y neuronas, no ven a corto plazo en qué pueden servir sus investigaciones, sus grandes tesis. Pues si sirvieran para algo ya hubieran aliviado los males del mundo, la mala distribución de la riqueza, la pobreza en sus múltiples facetas, entre otros.
Es verdad, en mediano plazo puedes visualizar con tranquilidad y orgullo que quien ha logrado escribir cientos de páginas se merece por el simple hecho de hacerlo aplausos y reconocimientos, ya que su título obtenido no es suficiente, puesto que la gran mayoría no suele hacer tamaña odisea y mucho menos con la rigurosidad académica que exigen los centros del saber que no se dejan manchar por la corrupción o mediocridad.
En Finlandia, uno de los mejores países en educación se exige a los docentes el título de Maestría para COMENZAR a ejercer la carrea, lo que ha garantizado muy buena calidad educativa en cualquier rincón del país. En mi país, Ecuador, la maestría es un privilegio para quien pueda costeársela. Hace años el estado, fundaciones, empresas, colegios han ayudado a que su gente saque dichas maestrías. Hay universidades especializadas que dan todas las facilidades, on line, semipresencial, con pagos diferidos, descuentos, etc. Sin embargo, estamos lejos de ver el impacto real de sus estudios.
Hoy los colegios volvemos a exigir las Monografías como requisito para tener una nota y graduarse, algunos la acomodan a una nota de parcial, examen etc. ya que no es un requisito sine qua nom, pero que a corto plazo, cuando no son plagiadas y son bien acompañadas, por lo menos ayudan a los chicos a sistematizar y expresar ideas, algunas veces responden a intereses reales que perfilan su futura profesión. Hace dos años un chico de tercero de bachillerato en el programa social del colegio, armado de casas para gente pobre, le encantó la experiencia y buscó formas de construir alternativas mejores, más seguras y dignas y no las simples casitas de caña. E hizo su monografía investigando en varias empresas o fundaciones que hacen dichas casas, para ver opciones, luego decidió seguir la carrera de arquitectura, encontró una razón para seguir estudiando y para buscar soluciones reales a los problemas de la gente.
No todos los chicos están capacitados en el bachillerato para encontrar una profesión; se requiere mucho trabajo sicológico, espiritual, académico y familiar. Las universidades venden sus carreras sin explicitar las que necesita el país, pues deberían cerrar facultades ya copadas en el mercado y abrir otras. Los DECE, departamentos de consejería, no saben cómo abordar lo que un examen psicométrico no te revela: las habilidades de los chicos con las necesidades del mundo y del país.
Ojalá nuestros chicos tengan buenos maestros que testimonien su profesión como opción de vida, vale la pena ser docente, por eso enseño, deseo cambiar el mundo, por eso formo nuevas generaciones. Pero si no logro caer en la cuenta de lo que pasa en el día a día en nuestro planeta, nuestros chicos seguirán desorientados buscando sueños que no alcanzan su corazón y no resuelven nada. Hace algunos días hice una pregunta después del partido inaugural del campeonato mundial de fútbol Rusia 2018, chicos, ¿cuánto quedó Rusia contra Arabia Saudita? Uf inmediato, cinco a cero Padre… Bien, ¿y saben cuántos humanos fueron impedidos de llegar a las costa de Europa en el mediterráneo?…SILENCIO ABSOLUTO… no tenían ni idea. La tecnología que tanto dominan, tapa la vista para otras realidades, sus corazones no están sensibilizados para captar el sufrimiento lejano, su conciencia no está despierta para pensar problemas mundiales. Si nadie los educa en el sentido de la educación como oportunidad de crecimiento humano, social y cultural, jamás encontraremos salida a los males de la gente. La educación seguirá siendo mala por más maestrías y doctorados que tengan sus maestros, directivos y burócratas de turno. El cinismo, el individualismo y la insensibilidad ante el sufrimiento presente (no solo en el primer mundo) seguirán forjando ese hombre egoísta, hedonista y consumista que vemos en todas partes.
Por
Fabro, S.J.
Reflexionemos:
¿Qué ventajas tienen las monografías?
Aprender a investigar, sistematizar ideas y conectar con lo mejor de la gente.
¿Por qué las maestrías y los doctorados no cambian la realidad?
No todos siguen las pautas dichas anteriormente, se centran en un requisito.
¿Qué tipo de hombre está formando la cultura meramente racional?
Un ser insensible, hedonista, individualista, cínico.