¿Qué tienen en común San Ignacio de Loyola, San Agustín de Hipona y Han Solo? Sé lo que estás pensando, y es cierto: aparentemente no mucho si se considera que ninguno de los dos santos completaron el Corredor de Kessel en menos de doce parsecs a bordo del Halcón Milenario; pero obviando aquel detalle, considero que los héroes más interesantes tanto en la historia occidental como en la literatura, el cine, el cómic y los videojuegos son aquellos que iniciaron su camino como intrépidos aventureros en busca de la gloria, para enterarse a medio camino que la verdadera meta estaba en servir a los demás. Eso es algo que los tres definitivamente tienen en común.
Para ser justos, admito que la redención de Han Solo y su camino del héroe es una historia mucho más entretenida de contar que la de los santos; ni San Ignacio ni San Agustín empuñaron una ballesta de rayos láser ni se cargaron a tiros a un solo soldado imperial por amor al Señor ni por lealtad a la Alianza Rebelde; pero su punto de partida fue bastante similar: San Ignacio era un valiente y brillante soldado que soñaba todos los días con casarse con la hija de Carlos V y San Agustín… Él fue más libertino que el mismo Han Solo. A diferencia de los héroes comunes, como Luke Skywalker o como los santos idealizados de la era medieval, estos tres personajes empezaron su juventud de una manera accidentada. Al descubrirse libres de voluntad, como cualquier joven, buscaron su camino hacia la gloria y el placer, sin tomar en consideración aquellas obras de bondad que a la larga hacen más trascendente la vida del ser humano.
Cuando se es joven, se piensa que la vida es infinita, ¿cómo pensar en las consecuencias de sus propios actos? Por esto, no creo que sea acertado juzgar los pecados de estos personajes y alabar sus buenos actos como si fueran dos personas totalmente distintas: un Han malo, contrabandista, borracho de las cantinas de Mos Eisley, y él Han bueno, héroe de la Alianza Rebelde. Fueron los pecados, el egoísmo y las caídas constantes de estos personajes que les enseñaron a reconsiderar sus pasos, solo les faltaba una bala de cañón que les hiciera recobrar el rumbo. Como diría San Ignacio, “La hermana desolación” fue quien lo hizo plantearse ser un mejor ser humano.
Definitivamente el camino del héroe de Han Solo quizá es más entretenido que el de San Ignacio y el de San Agustín, pero el esfuerzo que ambos hicieron para recobrar el sentido de la vida es el mismo, y probablemente el mismo esfuerzo que todos nosotros hacemos de jóvenes para enrumbarnos a la vida adulta y tomar las riendas sobre nuestra libre voluntad. Esta es una invitación a perseverar y tenerte paciencia; algún día pasaremos de ser pillos de Mos Eisley para ser santos, adultos o pilotos del Halcón Milenario.
Por
Letras al Alma
Reflexionemos:
¿Qué tienen en común San Ignacio, San Agustín y Han Solo?
La búsqueda de un camino al servicio de los demás.
¿San Ignacio y San Agustín siempre fueron santos?
No, su juventud transcurrió como cualquier joven, fueron sus actos de bondad que cambiaron su rumbo.
¡Qué pecado los llevó a reconsiderar su camino?
Principalmente el egoísmo.