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A dos años del Terremoto


Cuando el colegio me invitó al armado de casas de Hogar de Cristo, en San Clemente Manabí, acepté con gusto iba con mis compañeros de clase, es un sitio hermoso de mi país y era necesario hacer algo por nuestros hermanos que sufren. Eso no solo me lo enseña el colegio, sino mi casa, mi familia y mi mismo corazón que necesita palpar las cosas en sitio y no solo por noticias de periódicos y televisión.

Hoy comparto mi experiencia que nos ayuda a ver que una persona, que no tiene hogar, que duerme en una carpa de la ONU, una carpa hecha con fundas o con tela, que tiene que compartir una cocina con otras personas, que no tiene agua potable, que tiene que salir de su carpa y caminar para ir al baño, sin embargo, a veces es más feliz que nosotros, que teniendo todo o mucho, nos quejamos constantemente.

Un claro ejemplo, cuando llegamos a San Clemente un viernes, todos nos quejábamos porque teníamos que armar nuestro campamento, por la falta de iluminación del lugar o porque la carpa era incómoda, o sino olía mal, porque todos teníamos que compartí la ducha, y éramos 25, porque esa noche no tuvimos una buena cena, como de costumbre en nuestras cómodas casas. Esta situación es la que han vivido estos hermanos con quienes compartimos el fin de semana del 3 al 5 de agosto del 2018. Esa familia que ayudamos había vivido así desde el terremoto del 2016.

Se han sentido abandonados, estuvieron esperando dos años que alguien los ayude, que alguien se preocupe por ellos, y así como esa familia hay miles que siguen esperando ayuda social, más que comida, colchones o cosas materiales, una mano amiga que los levante y anime.

Conversando con las familias que visitábamos y pasamos un día entero, ellas se nos abrían con mucha facilidad contando sus cosas, los hijos nos contaban cómo les iba en la catequesis o como les iba en el colegio. Mientras sus padres nos contaban lo que hacían en la comunidad para trabajar, divertirse, y el largo proceso que tuvieron que esperar para conseguir una casa muy humilde, pero que esta casa se convertiría EN UN HOGAR.

Aparte de las personas que ayudamos, tenemos que tener muy presente a los misioneros, a los voluntarios y trabajadores de Hogar de Cristo, que dejan su familia, muchas cosas atrás para ayudar a estos hermanos que viven estas situaciones, donde no solo no hay casas, sino enfermedades, violencia, crisis y muchas otras necesidades. Es aquí donde uno puede ver la realidad de nuestro país, pero también la calidad humana de su gente que lucha con alegría y esperanza por salir adelante y que hay gente que se ofrece para ayudar a otros.

Quiero agradecer al Colegio, sus directivos (El Javier de Guayaquil), a nuestros profesores que nos han acompañado, a nuestros padres por darnos permiso y permitir salir de la burbuja de comodidades en la que vivimos y acercarnos más a la realidad.

Por

Luis Vásquez

Alumno de Tercero de Bachillerato de Guayaquil

Reflexionemos:

¿Por qué no se ha ayudado a la gente del terremoto en su totalidad?

Una posible causa falta de sensibilidad y seriedad.

¿Qué se puede hacer para construir casas de Hogar de Cristo?

Anotarse como voluntario, dar donativo.

¿Qué aprendo ayudando a otros?

Conocer mi país, fortalecer mi esperanza y ser hijo auténtico de Dios.


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