No hace mucho tiempo he comenzado a leer artículos y libros sobre la vida y obra de San Ignacio, debo confesar que me han logrado cautivar, y es que, ¿cómo podría un hombre saber sobre nuestras necesidades/crisis en manejo de relaciones humanas tantos siglos atrás?.
Hoy en día, es muy común escuchar que debemos ser buenos líderes y se crean diversos cursos, talleres y conferencias donde se pagan costos altos para asistir, incluso las empresas los han propiciado como una forma de motivar a sus empleados, mejorar su rendimiento y despertar en ellos características de liderazgo. Es cierto que al finalizar cada una de estas secciones los asistentes salen eufóricos y motivados. Esta motivación dura días, a veces semanas. Pero también es una constante ver cómo ese estado no logra perdurar en ellos, sino que, vuelven a su “estado normal” de pasividad tanto en su vida personal como laboral.
Desde un aspecto netamente personal y después de haber asistido a algunas secciones de este tipo de talleres y además de leer el libro Liderazgo Ignaciano de José María Guibert puedo decir que las técnicas sobre las que se basan estos talleres generalmente para despertar la motivación y liderazgo en las personas tienen una gran debilidad y es que ve a la persona como un ser unilateral donde prima el YO desde su rendimiento materialista; lo que yo quiero, lo que yo deseo, lo que yo espero y no el SER desde el que tanto puedo yo dar al servicio de los otros, menos aún desde una experiencia profunda como SER espiritual que se nutre, que requiere el discernimiento y la oración constante para mejorar.
En uno de los capítulos del mencionado libro "Una espiritualidad para el liderazgo" encontramos los rasgos que debe tener un líder según San Ignacio, espero que este corto resumen nos lleve a una profunda reflexión para ser los líderes que requiere nuestra sociedad. Claro está, consientes de un aprendizaje continuo a lo largo de la vida.
La Espiritualidad Ignaciana: Promueve una experiencia de transformación personal desde la experiencia de Dios, que inspira una forma de vida. Esta experiencia genera una fuente de motivación y un estilo de vida de servicio y de discernimiento que marcan la existencia.
Un líder debe ser espiritual: Es importante resaltar esto porque la experiencia de Dios no es algo intrínseco a la persona. Es algo que alimenta ilusión e inspira interiormente todo lo que hacemos y somos. Vivir esto es lo primero que se busca en un líder ignaciano. El liderazgo es parte de la vida espiritual algo que puede verse desde Dios.
Un líder es una persona con valores: Aquí tiene que ver con la ética y las cualidades personales del líder. La preocupación por la ética está presente en los intentos de una gestión empresarial más humanizadora. Su ejemplo le dará la capacidad de persuadir y motivas, más que las palabras bonitas o la elocuencia manipuladora. San Ignacio nos presenta cinco valores (virtudes) que tienen repercusión en nuestra relación con los demás:
Caridad: La caridad para con todos los prójimos. El líder es una persona bondadosa, tiene que ver con el Amor a Dios, es solidario con el que sufre, no tiene envidia. Esto debe vivirse con especial atención en nuestros equipos. ¿Conocen a su gente? ¿Quieren a su gente? Poner amor en las relaciones humanas, también en el trabajo es un ejercicio espiritual.
Humildad: El líder será una persona que no quiere el cargo por el reconocimiento. Es la persona que tiene la capacidad de ponerse en el puesto del otro, es el que ha vivido y reconocido la humillación como un proceso de discernimiento y ayuda para los otros.
Libertad: Se pide al líder como tercera virtud “Ser libre de todas pasiones, teniéndolas domadas”. En el proceso de crecimiento y renovación, uno ha de conocerse y saber orientar sus “pasiones”, como pueden ser el deseo de brillar o de triunfar o de poseer. La experiencia de vida, la capacidad de autoexamen, la madurez, el conocimiento de uno miso. Son requisitos necesarios para ayudar a otras personas en lo personal. La libertad interior equilibrada.
Rectitud / mansedumbre: Esta virtud consiste en conjugar dos roles distintos según las circunstancias. Esto es un arte. No solo severidad, no solo la mansedumbre. Es necesario aplicar la compasión, la capacidad de estar afectivamente cerca de las personas, de entenderlas, de situarse en sus problemas y deseos. En un líder no buscamos solo ideas o posturas acertadas. Buscamos una persona en quien confiar, que nos entienda, que resuena con lo que internamente vivimos. La compasión unida con la caridad llevan al líder a tomar decisiones difíciles pero necesarias. El reto aquí es lograr que los “reprendidos o castigados” entiendan que el líder procede correctamente con caridad aunque sean cosas que vayan contra su gusto. Actuar con libertad y con justicia, según el bien común con una visión global.
Fortaleza de Ánimo: En la relación personal del liderazgo uno se encuentra con lo mejor y peor de las personas, con sus flaquezas y las de uno mismo. Para trasladar ánimos a otros uno ha de tenerlos y eso hay que cuidarlos en los momentos de oración y reflexión.
Un líder debe ser Prudente: Este es uno de los elementos que más insiste la espiritualidad Ignaciana, la capacidad de discernimiento. Se prevé que en el ejercicio del liderazgo habrá temas ambivalentes sobre los que decidir, habrá muchas cosas no están en los manuales de procedimiento con reglas claras como proceder. Esto provocara en el líder movimientos interiores que habrá de gestionar y saber tratar. No somos maquinas es necesario saber acompañar personalmente.
El líder se implica personalmente en su gestión y con su ejemplo ha de generar convencimiento e ilusión; se preocupa de los colaboradores y busca no solo satisfacer sus necesidades básicas sino también generar deseos de dar lo mejor sí para los fines de la organización.
Un líder debe ser una persona gestora: Este tema trata específicamente de la ejecución de las personas, es la capacidad de gestión. San Ignacio pide que el líder sea “vigilante y cuidadoso para comenzar” por un lado, y por el otro, que sea “fuerte para llevar las cosas al fin y perfección suya”. Es decir, que no sea “descuidado y remiso” para dejar las cosas “comenzadas e imperfectas”.
Un líder deber ser una persona con salud: La responsabilidad requiere de cierta salud y edad para llevar adelante el peso de los distintos negocios. En cada cargo cada caso debe evaluar las fuerzas y edad que estos requieren. La “vejez o juventud” serán las apropiadas para cargo.
La persona con imagen: Aquí aparecen las cualidades sociales “el crédito y la buena fama” se trata de “cosas externas” que pueden ser de ayuda en lo que respecta a la “autoridad con los de fuera y de dentro” estas cosas son “nobleza, honra” coinciden con lo que en ética profesional se denomina “fines intrínsecos” de una profesión.
Sin duda, todo lo aquí expuesto nos puede sonar a utópico, pues nuestra pregunta interna después de las líneas anteriores será ¿nunca lograré ser líder? Es importante no caer en ese perfeccionismo, el líder debe comenzar por ser una persona consiente de sus debilidades y conocedor de ellas, trabajarlas desde su espíritu para lograr un bien común con humildad. El líder es una persona en constante aprendizaje, es aquella que aunque tenga debilidades y falle logra con humildad reconocer sus errores y así hacer crecer a su equipo, a su organización y al cambio hacia un mundo mejor. Entonces la invitación es a no tener miedo. Sino, a comenzar nuestra formación de liderazgo en un constante aprendizaje, desde el cuidado y la contemplación del espíritu.