"Oh Cristo Jesús, cuando todo es oscuridad y sentimos nuestra debilidad e impotencia, danos el sentido de tu presencia, tu amor y tu fortaleza. Ayúdanos a tener una confianza perfecta en tu amor protector y la fortaleza de tu poder, de manera que nada pueda asustarnos o preocuparnos, para que, los que vivamos cerca de Ti, Veamos tu mano, tu propósito, tu voluntad a través de todas las cosas. Amén’’.
San Ignacio de Loyola.
¡Estoy deprimido! ¡No sé qué hacer!, ¡No tengo ganas de nada!, ¡No sé qué será de mi futuro!.
Estas son apenas algunas de las frases que constantemente escuchamos en nuestros jóvenes; y es que en un mundo hiperconectado, donde la vida corre a mil por hora, donde se debe cumplir con un estereotipo social físico y virtual, difícilmente nuestros jóvenes tienen el espacio para desconectarse, descansar y poder reflexionar sobre sus vidas. Más aún cuando vemos que viven en soledad, pues los adultos que son los llamados a su orientación están demasiado ocupados.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta a más de 300 millones de personas. Se calcula que para el año 2020, la depresión afectará al 20% de la población mundial; 1 de cada 10 adolescentes la sufre y en los últimos años está comprobado que está atacando también a los niños, afectando su rendimiento escolar con trastornos de aprendizaje y su convivencia con la familia.
Estas cifras son alarmantes, pero:
- ¿Qué estamos haciendo los adultos/educadores para ayudar a nuestros niños y jóvenes? ¿nos damos cuenta?
- ¿Qué espacios de confianza y apoyo estamos generando en las familias y los centros educativos para contrarrestar, prevenir o acompañar este estado? O ¿educamos como siempre?
La depresión es una realidad que cada vez está afectando a más familias, ya que no solamente sufre la persona que la padece sino todo su entorno. Nos preguntamos a menudo, qué pasó con ese chico que se suicidó, si tenía todo y no le faltaba nada. La depresión es algo muy terrible contra lo que lucha la persona quien la padece. Es como si alrededor de ella se colocara una densa neblina que no le permite encontrar una salida a su condición y que la arrastra hacia el fondo, como si tuviese unas enormes pesas atadas a su cuerpo. (Píldoras de fe)
No podemos continuar con los ojos cerrados creando etiquetas: "esta generación es vaga", "le falta trabajo, un buen castigo y se le pasa". La realidad que viven nuestros niños y adolescentes es otra y es necesario crear conciencia de que están pasando por una enfermedad silenciosa, que necesitan atención médica y todo nuestro apoyo personal y espiritual, pero en especial una educación que los conecte con el sentido de la vida y la vean como una aventura, donde las dificultades y problemas e incluso los fracasos son oportunidades de aprendizaje.
La familia es entonces el centro de fortaleza y recuperación; la cercanía, la comprensión y la oración, serán claves para que la persona afectada pueda retomar sus ganas de vivir y encontrar razones para continuar adelante. He aquí donde la oración con fe obrarán como un medio de sanación. No perdamos la fe, recordemos que Jesús en sus milagros decía: ‘‘tu fe te ha sanado’’.
Y Gracias a la escuela y educadores competentes, un chico encuentra muchas veces sentido a la vida y un porqué para vivir.
Por
Fabro, S. J.
Reflexionemos:
¿Por qué los jóvenes llegan a la depresión?
Una posible causa es la presión social y falta de atención y acompañamiento de los adultos.
¿Cuál es el primer paso cuando se detecta un posible estado de depresión?
Reconocer que es una enfermedad y que requiere ayuda profesional.
¿Cómo debo actuar cristianamente?
La oración es la mejor medicina para el Alma, es necesario permanecer en oración y nunca perder la fe.