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¿Por qué te espero? Segundo Domingo de Adviento


Conversando con un joven en días pasados, le preguntaba:

¿Por qué no quieres mejorar en tus estudios?

A lo que él responde: Porque no sé para qué me sirven si no logro ser feliz.

Y ¿qué te haría feliz? Le pregunto.

Conocer a mi Papá, me dijo. Sé que está en otro país, le escribo para decirle que deseo verlo y no me responde. ¿Por qué? ¿Por qué me pasó esto a mí? Se cuestiona él con gran tristeza.

Continúo mi diálogo tratando de entender un poco más su vida.

Y ¿hoy con quién vives?

Con mi mamá y su pareja.

¿Cómo te tratan? Pregunté,

Muy, muy bien, me dan todo, no me falta nada. Pero yo deseo conocer a mi papá, que me dejó de pequeño. Es esencial para mi historia saber de dónde vengo, quién soy.

Lo bendije, oré por él y me retiré. No supe qué más hacer.

Solo sé, como aquel joven, muchos jóvenes y muchas personas esperamos algo que no siempre es fácil conseguir. Pero tenemos una esperanza, eso es lo importante. Pero qué es lo verdaderamente importante. Para mi joven amigo, encontrar a su papá, que supo de él muchos años después de haber nacido. Ese saber quién es su padre es esencial para dar solidez a su identidad. Pero no es esencial para seguir caminando con sentido, pues su madre y su familia le han dado todo, no le falta nada para reconstruir su historia.

Cuando la esperanza no se combina con lo que hoy somos y hacemos puede convertirse en una pesadilla o falsa ilusión. Buscar saber quién es mi padre, cuando no me ha dado nada, ayuda a saber que tengo un padre. Reconocer que hemos caminado superando dificultades y encontrando amores verdaderos, me dice más de lo que soy y de lo que puedo esperar. Soy capaz de caminar, soy capaz de ver que lo esencial no es tener, sino Ser. No es tener familia, sino construir familia; no es tener estudios, sino aplicar conocimientos que den soluciones a la vida.

En este segundo domingo de Adviento: ¿Por qué debo esperar? Como dice el texto de hoy Lucas 3: 1-6, Porque vivimos en un desierto. Y allí ante la carencia de muchas cosas, debo descubrir lo esencial para vivir. Y ¿qué es lo esencial que hoy necesito para vivir? Ciertamente debo descubrir que hoy de poco sirve una religión donde se reza mucho, pero no se comunica con Dios; se comulga sin comulgar con nadie; se asiste a misa sin celebrar nada vital. Una religión en la que hay de todo, pero queda fuera la experiencia esencial de Dios. El desierto de la vida, me invita a ir a lo esencial. Por eso, vale la pena esperar.

Espero, entonces, porque el mundo se ve distinto desde Dios, desde la experiencia revelada en la historia de Jesús de Nazaret: “Ven y verás” (Jn 1:39). Distinto quiere decir mejor. Porque tú me enseñas a ver en el otro a un hermano y no a un extraño. Porque tú me convences de que es posible el perdón y la reconciliación, me muestras que podemos ser compasivos. Me enseñas a mirar con ojos sencillos, a dejarme de tonterías, a valorar las pequeñas y las grandes historias y lo que me has dado en el hoy de la vida, que han hecho de mí lo que hoy soy. ¿Por qué espero? Porque tú me traes motivos para amar, luchar, crecer y arriesgar.

El problema para nosotros los humanos es el ¿Cómo espero? Donde la impaciencia hace tambalear a mi fe. Si no espero despertando y conduciendo mi inquietud hacia la fuente de la vida, puedo sucumbir en este desierto. Si no asumo que la incertidumbre es una gran compañera que me ayuda a reflexionar sobre mi esperanza y buscar mejor, puedo desesperarme en vez de esperar, y el no encontrar aún me ayuda a seguir buscando. Por eso la mejor manera de esperar es Despertando la Ilusión, como la del niño que espera los regalos de Navidad de Papá Noel, que no existe, pero puede ser, eso motiva y me hace encontrar lo esencial.

Señor, quiero que habites entre nosotros (Enmanuel). Quiero que plantes tu tienda en cada uno, que vuelvas fértil nuestra tierra. Que ensanches los corazones y que llenes de luz los ojos… porque sé que si eso ocurre, todo será mejor. Para encontrarte saldré del amor que me encierra, del querer que me aísla, del interés que me ciega.

Por

Fabricio Alaña S.J.

Reflexionemos:

¿Por qué debo esperar?

Porque necesito vivir de lo esencial que me hace feliz y no de lo superfluo.

¿Cómo esperar?

Con ilusión e inquietud que me motiva a creer, amar, luchar.

¿Cómo ayudar a los jóvenes a esperar su futuro?

Haciéndolos valorar lo que ahora tienen, son y podrán ser más.


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