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ADVIENTO: OPORTUNIDAD PARA LA ESPERANZA


¡Oswaldo! “Vamos a rezar y poner la siguiente velita de la corona de adviento”. Suelta con voz firme y alegre María Dolores. No, amiga. Tú sabes que yo respeto a mis padres, pero a mí no me va ni viene eso de rezar y peor prender Velas. Tú sabes que lo que a mi me gusta es jugar fútbol, bailar, ir al cine, ya sabes lo típico de los jóvenes y hoy esta pandemia nos tiene limitados mucho más que los límites que me ponían mis padres. Cómo me costaba sacarles permiso, no confían en mí, aunque es verdad, varias veces les he fallado. Bueno ya sabes, amiga los jóvenes debemos aprender a vivir y eso demora. Hoy hay que vivir y punto, pero la verdad que tengo miedo, ese virus es mortal, se ha llevado a varios amigos, conocidos. No entiendo la vida. No entiendo para qué sirve rezar.

Vaya Oswaldo, -exclama con sorpresa María Dolores- me he quedado asustada de todo lo que acabas de confesarme. No sé qué decirte, te respeto, pero sabes que te quiero, somos amigos hace tiempo y nuestras familias se conocen. Los dos nos bautizamos católicos. A mí me ha ayudado mucho el padre Fabro, él dice que no tiene todas las respuestas y que es bueno que el joven tropiece y caiga, pues lo más importante es levantarse, aprender por uno mismo, descubrir nuestra verdad y ser nosotros mismo y no copia de nadie, incluso ni de nuestros padres. Que lo más valioso en la vida es atreverse a dar el salto para vivir con sentido y productividad en la vida, no porque otros hallan fracasado nosotros debemos llenarnos de miedo. Nosotros debemos aprender a dar nuestros pasos. Vamos acompáñame, a esta hora de la tarde al padre Fabro le gusta tomarse unos helados de coco con unos pastelillos típicos de nuestra linda provincia de Manabí. Vamos, está bien, pero déjame decirte, tampoco creo en los curas, menos en esos golosos. Uy ahora la cosa está más fea- exclamó María Dolores. No importa seguro nos invita unos helados, él es generoso. Bueno me convenciste, vamos a ver a Fabro.

Y justo lo encontraron en la heladería artesanal al padre Fabro. ¡Hey María Dolores! ¿Cómo estás? ¿Cómo están tus hermanos Franquito y Fabiancito? Ah padre muy bien, con pena pues Franquito quiere irse a Italia, aquí no ve futuro, eso me apena. Tranquila María Dolores, lo entiendo, pero sabes cómo te quiere y nunca te olvidará, seguro le irá bien es pila y sabe luchar y abrirse camino. ¿Qué te trae por aquí? Veo que estás bien acompañada…. ¿Quieren unos helados? Vayan pidan.

Bueno padre es que mi amigo Oswaldo Álvarez está muy asustado por la pandemia y dice que la oración, la fe ya no le dice nada y que no creen ni en los curas. Ah ese es un manaba de verdad, sincero, abierto- dice el padre Fabro. No te desanimes. Hola Oswaldo. ¿Te gustó el helado y el pastelillo? Sí padre, gracias. Sabes, tienes razón en lo que dices, en todo ser humano es necesario tener y vivir una etapa de dudas, más cuando hemos visto tantas muertes y desgracias. Te entiendo. Lo importante es vislumbrar respuestas, pues nadie puede vivir sin responder las preguntas esenciales de la vida ni con dudas toda su vida, se volvería loco y amargado. El pensar no es enemigo de la fe, el miedo sí, te paraliza.


En mi caminar histórico de fe, la comunidad creyente me ha ayudado y me ha enseñado no el camino sino el horizonte, no respuestas sino las preguntas adecuadas, no recetas sino la actitud vital para seguir caminando. Y por algo estamos en adviento. Es repetir lo mismo para buscar más a fondo cada año lo que nos da la energía vital para seguir caminando.

¡Adviento! ¿Es prender velas y entonar cantos infantiles? No Oswaldo, déjame compartirte algo que escribió una amigo y me ha ayudado mucho a formular mi propia comprensión del Adviento:

Adviento es ponerse en camino con quien un día vio salir esa misma estrella en el Oriente. Es compartir, intuir, desesperar y avanzar, desafiando a esa niebla espesa y a esas nubes negras que se ciernen sobre todo. Es seguir caminando, adentrado en la oscuridad, siendo a veces farol de quien duda y otras dejando que sea él quien ilumine tu camino.

Es avanzar entre las ruinas de un pasado tan glorioso y anhelado como mitificado, hacia un futuro tan verdadero como dudado. Es detenerse a abrevar en aquellos lugares que son fuentes para el alma cansada, y sentir allí el apoyo de quienes bebieron y se regeneraron antes en esas aguas. Es seguir avanzando, soltando el lastre que anida en el alma y roba la fuerza a la esperanza. Es asumir que el camino no acaba y que el anhelado destino no llega, pero también constatar que, en la negrura, la estrella sigue brillando porque la tiniebla no puede apagarla. Adviento es, en definitiva un camino en el que, al desempolvar una palabra y dejarla latir se vuelve a escuchar un nombre que es promesa: Emmanuel.

No sé si te ayuda Oswaldo. Gracias Padre, yo tampoco, pero por lo menos me hace pensar otra realidad o perspectiva. Gracias, sí me sirve Padre Fabro.

Por

Fabricio Alaña E.

Para pensar...

¿Qué sentimientos tienen los jóvenes en esta pandemia?

Lo más variados, pero lo cierto es que tienen mucha incertidumbre

¿Cómo visualizar una salida?

Un buen amigo o amiga, un adulto que crea en las posibilidades de los jóvenes y la oración, ayudarían.

¿Qué es Adviento?

El tiempo para recuperar la esperanza.

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