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CELEBRAMOS HOY LA FIESTA DE LA PASCUA: CRISTO HA RESUCITADO – ESTÁ VIVO


CELEBRAMOS HOY LA FIESTA DE LA PASCUA: CRISTO HA RESUCITADO – ESTÁ VIVO. ¿Qué significa eso? Que la vida triunfa sobre la muerte, que esta no tiene la última palabra. Hoy con la violencia social que vivimos, el maltrato a la mujer, la posibilidad de llenar de armas la sociedad con las nuevas leyes que quieren imponer, ¿cómo vivimos la vida? ¿somos los cristianos agentes de paz en una sociedad violenta? Veamos qué nos dice José Miguel Espinoza, compañero docente de sicología de la PUCE Manabí sobre posibles causas.

¿ACTITUD FACILISTA, LO QUE ALIMENTA LA DELINCUENCIA?


“El que no afana (no roba) es un gil”, dice la letra del tango Cambalache, escrita hace casi un siglo atrás. Esto ya se señalaba como una tendencia del siglo XX que recién estaba iniciando, tendencia que parece se va consolidando cada vez más en este siglo XXI. La tendencia de conseguir dinero fácil, más una decadencia de valores, más una falta de empleos para trabajos dignos, más la dificultad para conseguir recursos, una suma que resulta en el aumento de la delincuencia. Tanto así, que actividades criminales como el sicariato pasan a ser un medio de vida, un “trabajo”, el trabajo de quitarle la vida a otros.


La sociedad actual, en constante transformación, los valores que alguna vez fueron considerados fundamentales para la convivencia en comunidad, han ido perdiendo su relevancia y peso, y otros como la competencia, la ostentación han ido ganando muchos adeptos. ¿Es esta decadencia de valores lo que genera problemáticas como la delincuencia?


La delincuencia, un fenómeno social que afecta a todas las sociedades, es el resultado de múltiples factores. A uno de estos factores se lo ha identificado como una de las principales causas de la delincuencia: el menoscabo y distorsión de los valores en la sociedad.


Esta última, se ha vuelto más individualista, ha generado una falta de compromiso con el bienestar de los demás y ha generado una cultura del “yo”, el yoísmo, que ha llevado a las personas a pensar solo en sí mismas y en sus necesidades, sin importar las de las demás; con que yo satisfaga mis necesidades, no importan las consecuencias que esto pueda tener para los demás, pues el fin justifica los medios, así dicta la ilusión de una lógica deshumanizada.


¿Es posible entonces que una persona sin los medios para satisfacer sus necesidades (sabiendo que hay necesidades y necesidades), recurra a la delincuencia para obtener lo que desea?. ¿Es posible que una persona solo piense en satisfacer sus necesidades, que no piense en las consecuencias de sus acciones, en el daño que pueda causar a otros o en las leyes que esté infringiendo? Al parecer, es bastante probable.


Vivimos en una sociedad cada vez más violenta, donde los delitos se cometen cada vez más, por jóvenes, a más temprana edad, sin criterio, sin reflexión, sin madurez; donde aquellos que llamamos criminales, que antes eran niños que jugaban a los policías y ladrones, hoy parecen no sentir remordimiento ni culpa por sus acciones. Esta situación es más grave aún cuando se considera que muchos delincuentes, que hace poco eran niños y adolescentes, son jóvenes que no han terminado su proceso de formación y que están expuestos a una cultura delictiva que les insta a pensar que el crimen es la única forma de lograr sus objetivos.


Y a este ejercicio de reflexión hay que restarle un conjunto de valores, y sumarle un conjunto de otros que priman en nuestra cultura al día de hoy, que ha dado como resultado una sociedad cada vez más permisiva, con comportamientos guiados por intereses egoístas y carentes de cualquier honorabilidad o sentido del bien común. ¿Y quiénes son los responsables? ¿Quiénes son los responsables de la corrupción, de la falta de respeto a la autoridad, del vandalismo, del robo y la violencia, del asesinato? ¿Será posible que estos comportamientos sean vistos con tolerancia, con resignación, será posible que estas formas de conducta humana sean aceptables para unos sean adoptadas como formas de vida?


¿Nos hemos acostumbrado a convivir con la inmoralidad? ¿Hemos perdido la capacidad de creer que nuestras acciones pueden generar cambios reales? ¿Hemos perdido la capacidad de enojo ante la mentira, ante la miseria? ¿Ya no nos horrorizamos frente al crimen, frente al asesinato, frente a la muerte? Quizá como expresa Silvia Bleichmar, ¿habremos perdido el respeto por nosotros mismos?


¿Esta decadencia de valores ha llegado a afectar todas las esferas de nuestra sociedad, ha llegado a ensombrecer también a la educación y a la familia? No nos resignemos, así sea esto en parte verdad, la educación, que comienza en la familia, no dejará de ser un espacio para la formación de personas y ciudadanos conscientes y comprometidos con la sociedad, con el bien común; pero para ello, para mantenerse como una punta de lanza de lo que representa la luz de la humanidad, debe mantenerse fuerte y desenterrar valores fundamentales; de otra manera se irá pareciendo cada vez más, a una zona gris donde se enseñan habilidades técnicas, se buscan resultados inmediatos, y basta.


La función central de la escuela, dice Bleichmar (2006, p. 51), no es la transmisión de conocimientos, y menos hoy en que la tecnología se encarga de producirlos e impartirlos, su función prioritaria es la producción de subjetividad, "tiene que ayudar a producir subjetividades que no solamente sirvan para la aplicación del conocimiento, sino para la creación de conocimientos y de conocimientos con sentido, no solamente con el único sentido de ganarse la vida”.


La familia, por su parte, debe también robustecerse, y recobrar su papel como el lugar llamado hogar, donde se aprenden y transmiten los principios y valores de los abuelos y las conductas dignas de ser imitadas. Pero esta tiene también enemigos y obstáculos a vencer: la falta de tiempo, la sobreexposición a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la falta de figuras de autoridad claras en el hogar y en otros espacios ciudadanos, la influencia de una cultura cada vez más materialista y menos espiritual… son varios los adversarios a vencer para que los niños y jóvenes crezcan con un sentido claro de lo que está bien y lo que está mal. Pues el fin no siempre justifica los medios.


Por:


José Miguel Espinoza


PARA PENSAR:


¿Es posible que una persona solo piense en satisfacer sus necesidades, que no piense en las consecuencias de sus acciones?

Al parecer, es bastante probable.


¿Nos hemos acostumbrado a convivir con la inmoralidad?

Quizás, hemos perdido el respeto por nosotros mismo.


¿Cuál es la función básica de la escuela?

Tiene que ayudar a producir subjetividades para la creación de conocimientos con sentido, no solamente con el único sentido de ganarse la vida.


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