DEL JOVEN IÑIGO AL MADURO IGNACIO
- fabroparatijoven
- Jul 26
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Iñigo, hombre de buena familia, formado en las cortes para ser contador y al mismo tiempo caballero, lo que hoy podríamos decir un experto en el arte de la esgrima (La esgrima es un deporte de combate en el que dos atletas utilizan espadas para atacarse y defenderse mutuamente con el objetivo de golpear a su adversario para sumar puntos. Las tres disciplinas de la esgrima moderna son el florete, la espada y el sable). Sabía usar las armas y para eso se requiere habilidad y coraje. Y lo hace con pensamiento estratégico, estaba al frente de la defensa del palacio de Pamplona, atacado por los franceses. Iñigo, nos dice su autobiografía (#1), era experto también en cosas de mujeres, soñaba con una princesa o condesa, hermosa, de valor y de gran familia. Hasta los 26 años fue dado a las vanidades del mundo, pero lo que más le movía, era la fama, “su gran deseo de ganar honra”.
Ese Iñigo, hoy lo conocemos como SAN IGNACIO DE LOYOLA, fundador de los padres y hermanos jesuitas, de la Compañía de Jesús; el experto en el arte del discernimiento, cuyo mayor legado es el libro de los ejercicios espirituales, que nos sistematiza sus estratégicas y técnicas para “buscar y hallar a Dios en todo” y poder ver a Dios en todo lugar, momento, personas, cosas o experiencias. Lo que lo hace un contemplativo. Pero su manera de encontrar a Dios y cumplir su voluntad y poder entregarle todo su ser, querer y libertad es través de la acción y el servicio. “En todo amar y servir”.
San Ignacio al mismo tiempo que oraba en sus momentos de silencio, actuaba buscando no agradar a Dios, sino la mayor Gloria de Dios, lo mejor, lo mayor, lo de más universalidad. Fundó la Universidad Gregoriana en Roma, al mismo tiempo la casa santa Marta, para atender prostitutas y sus hijos e hijas. Envío a muchos jesuitas a fronteras, al fin del mundo en aquel entonces, Asia, Japón, India y América; y al mismo tiempo en su cuartito en Roma, escribió más de siete mil cartas, las constituciones de los jesuitas y conversaba espiritualmente con sus hermanos. Conversaba con cardenales, reyes o príncipes y al mismo tiempo con el cocinero de la casa, los enfermos, señoras que lo buscaban para orientar su vida.
¿QUÉ HIZO POSIBLE ESA TRANSFORMACIÓN DE SU VIDA? Una clave fue: Supo aprender de los fracasos. Su gran fracaso a todos sus sueños se lo debe a una bala de cañón, que defendiendo la fortaleza de Pamplona de los franceses, lo tumba y lo hiere gravemente de una pierna y lesiona la otra. Lo operan, queda mal, su vanidad no le permitía caminar tan cojo, y que quede fea esa pierna. Lo vuelven a operar, con mucho coraje y voluntad asume una nueva operación. Sale mejor, pero debe reposar en su casa, el castillo de Loyola. Y comienza a leer libros de santos y vida de Jesús, pues su cuñada Magdalena, mujer inteligente y audaz solo le da esos tipos de libros y no las novelas y libros de caballería que quería. Y comienza a re pensar su vida, producto de las lecturas: ¿si san Francisco hizo esto, por qué yo no? Y si Santo Domingo hizo esto ¿por qué no yo?
Y, entonces surge otra clave comienza a entender y creer a Dios de otra manera. Descubre que Dios no es el que pide sacrificios ni heroísmo, sino que el Jesús que revela la Biblia, nos da a conocer un Dios pobre y humilde, que nos llama a lo grande y trascendente. Y entonces, después de pensar mucho, rezar mucho, ayudar a mucha gente a hacer ejercicios espirituales a que reorganicen su vida, vuelve a hacer otro descubrimiento para servir a Dios con eficacia y por largo tiempo hay que estudiar. Y decide ir a la mejor universidad del mundo en aquel entonces, la de París, y pone “el hombre entero” en los estudios. Quería orar muchas horas, ve qué eso no pide Dios, sino aprender las ciencias que forjaran su pensamiento para entender el mundo. Que desea hacer muchas horas de voluntariado, apostolado, y descubre que Dios quiere que sirva de la mejor manera, el verdadero servicio de calidad requiere estudio y dedicación, que no se distraiga aún en cosas santas, eso no quiere Dios.
Al ir descubriendo a Dios, se va descubriendo así mismo y a la vez comprendiendo el mundo. Va aprendiendo, que DIOS NO ES COMO YO PENSABA. Su vivencia de Dios ayuda a descubrir que Dios es real, que es novedad, que es cercanía. Ya no es meramente el Señor de los señores ni el dios de los ejércitos, sino el PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Ignacio va entendiéndose de otra manera, va profundizando su realidad humana y trascendental.
Llegar al Ignacio Maduro fue todo un itinerario de aprendizaje, de aventura, de vida. Lo primero que aprendió de su AUTOCONOCIMIENTO, la capacidad de tomar las riendas de su propia vida. No se puede vivir de inercia. Hay que tomar opciones. Segundo aprendizaje, el conocimiento personal es la clave del crecimiento, somos deseos, pero no meros impulsos sino esa capacidad de MANEJAR LAS EMOCIONES INTELIGENTEMENTE, reconocer engaños, trampas y sus posibilidades. Tercer gran descubrimiento RECONOCER LOS LIMITES NO COMO UN PROBLEMA SINO COMO UNA OPORTUNIDAD.
Así llegó a buscar a Dios gratuita y agradecidamente, vivir con alegría y en relación con el otro, en donde LA AMISTAD es clave para vivir y seguir a Jesús. En especial MIRAR AL MUNDO CON COMPASIÓN, como Jesús. Aprender a ampliar la mirada y no vivir miopes o con miradas chiquitas, sino la grandeza de lo humano en medio de la deshumanización de guerras y conflictos apostar por la vida y aprender a hacer protagonistas para transformar la realidad. La realidad no es fragmento ni bipolar, sino una totalidad que busca la armonía de contrarios y síntesis vitales. GRACIAS IGNACIO.
POR:
P. Fabricio Alaña E, SJ.
PARA PENSAR:
-¿CÓMO CARACTERIZAS A IÑIGO ANTES DE SER SAN IGNACIO?
Un hombre de grandes deseos.
-¿CÓMO MANEJA LOS FRACASOS IGNACIO?
Siendo protagonista de su propia vida, aprendiendo y descubriendo.
¿CUÁL ES EL MAYOR APRENDIZAJE?
Reconocer los límites como oportunidades y grandes desafíos.
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