Hace algunos años tuvo amplio eco entre los teólogos un estudio de Bernard Lonergan titulado MÉTODO EN TEOLOGÍA. El propósito del prestigioso teólogo canadiense era encontrar un campo que, respondiendo al anhelo más genuino del espíritu humano, permitiera llegar a un conocimiento más profundo de la realidad total.
Es sabido que el método científico se funda básicamente en la observación y en la experimentación. Su éxito extraordinario se debe a que se observan cada vez más datos, se llevan a cabos nuevos experimentos y se pueden formular así nuevas teorías. El resultado es una explosión tal de conocimientos que comienza a ser difícil almacenar y utilizar de forma correcta.
Este método, observa Lonergan, no conduce más allá de este mundo. La ciencia en sí misma no lleva hasta Dios ni puede hacerlo. El método científico tiene sus límites. Ayuda a conocer mejor cómo funcionan las cosas, pero no puede avanzar en el misterio último que sostiene y da sentido a toda esa realidad conocida científicamente.
Bernard Lonergan propone seguir unos preceptos trascendentales que, en su formulación más simple, suenan así: “Sé atento, sé inteligente, sé razonable, sé responsable, enamórate”. El buen científico está atento a los datos, los comprende de forma inteligente y los utiliza de modo razonable. Pero no es suficiente. Para abarcar toda la realidad es necesario además “ser responsable” y buscar el bien del hombre (conversión ética) y es necesario “mirar con amor” el misterio último de la realidad (conversión religiosa).
Dios siempre se nos ofrece como misterio, y la ciencia lo sabe, pues escapa constantemente a sus métodos. El camino científico hacia Dios, como el de todo ser humano, no es la experimentación razonada, sino el amor. El misterio de Dios puede ser amado, aunque no pueda ser pensado. Del amor proviene la sabiduría que permite abrirse hacia el misterio que rodea a la vida humana y que envuelve al mundo.
También el científico ha de escuchar el gran precepto: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Este amor no va contra la ciencia puede desencadenar en el científico un modo de pensar, sentir, decidir y actuar que le permite vivir religado al Misterio último de Dios de manera honesta y responsable. (Tomado de: J. A. Pagola. (2012). El Camino Abierto Por Jesucristo. Marcos/2. Bogotá-Colombia. Editorial PPC. Pág. 215).
Estamos en Adviento y se mueven muchos sentimientos, hay muchas luces que nos ayudan a mirar más clara la oscuridad de la noche, pero la mayoría de personas descubren lo mismo de siempre, corren a comprar, consumir y muchos no ven el otro lado de la realidad o prefieren obviarla, el de la miseria de muchas personas y niños en las calles o en barrios que no pueden participar en esa competencia del consumo. ¿Cómo despertar el verdadero sentido del Adviento?
Escribo para jóvenes, pero debo reconocer que hoy dedico estas páginas y esas reflexiones de J.A Pagola sobre “el amor y la ciencia” a jóvenes universitarios. A ellos deseos decirles una cosa, que muchos lo saben, otros no se los plantean, a otros no les convence. Sea la postura que sea, con tal que sea sincera, reflexiva, busquemos la verdad y sepamos dialogar, es la tarea de cualquier estudioso, y ustedes chicos de la universidad son estudiosos no solo de un campo del saber, sino de la vida misma, pues estudias para algo.
Hoy te invito querido joven universitario, y a todos los jóvenes que son atentos, responsables, razonables amantes de la vida, pues buscamos cómo cuidarla y embellecerla más, que aprendamos a mirar bien la realidad y a saber admirarnos hondamente de lo que escapa a la materialidad de causa y efecto y reconocer el exceso de sentido en los que creen cuando aman, usan la inteligencia y son responsables por los suyos y por los pobres, por los que sufren y necesitan cariño, ternura y esperanza. Ojalá que logres captar que la “Ciencia no está separada del amor” y que la fuente última de la realidad es un misterio que nos supera, pero nos abraza con ternura. Adviento es una gran oportunidad para saber mirar y admirar lo profundo, lo real, lo verdaderamente importante. ¡Feliz Adviento!.
Por
P. Fabricio Alaña S.J
PARA PENSAR
¿ES CONTRADICTORIO UNIR CIENCIA CON AMOR?
Jamás, antes ayuda a buscar respuestas a los problemas de la vida.
¿QUÉ BUSCA EL CIENTIFICO?
El conocer causas y comprender la realidad.
¿Qué BUSCA EL CREYENTE?
El encontrar la fuente de la realidad que es el amor.
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