En el mes de septiembre el creyente católico tiene tres grandes fechas para recordar a María, a quien llamamos Madre de Dios, porque lo es, al reconocer a su hijo, como Hijo de Dios. Sin Madre – No hay Hijo, sin Hijo no hay Madre. ¿Y, el padre? Esa es la apuesta de sentido. El auténtico es el que crea y cría, ese es Dios, rompe el paradigma pero no como un milagro arbitrario, que es ideal o mítico, sino como la expectativa que la humanidad necesita reinventarse. Por ello, el romper esquema es lo típico del que ama, Dios que nos sorprende e irrumpe en la historia, nos descubre su presencia en el vientre de María, necesita de ella, para concebir al Hijo y necesita del padre terrenal para hacer real la historia de una comunidad de vida, necesita a José, “Padre en la sombra”, por su audacia silenciosa, su coraje para asumir el reto y amar a su mujer y al hijo. El amor, duele, cuando abre esperanzas.
¿Qué es lo que más desafió la fe de María? ¿el aceptar lo divino en su vientre? ¿el dolor de José, como hombre y exponerse a la burla de la comunidad de su aldea? ¿el oír desde la corta edad del bebé Jesús: que una espada le atravesará el corazón por la misión que debe cumplir el niño Jesús? ¿el acompañarlo en la pasión y verlo sufrir y no poder hacer nada? O ¿el verlo morir en la cruz? Lo cierto es que ese misterio de dolor solo se comprende desde el misterio de la vida. Quien vive, sufre porque ama. Y el amor asume el riesgo de una misión, de una vida para los demás, de una entrega y no vivir encerrado en el yo.
Y eso es lo que, en un solo mes, tenemos los creyentes como ejemplo de mujer, madre, enamorada aquella que asume el dolor desde la misión de la vida, dar sentido y luz para los demás. 8 de septiembre, la natividad, 15 de septiembre la madre de los dolores y 24 de septiembre, las mercedes de la Virgen de la Merced. Las tres fiestas celebran a una solo mujer, madre, esposa, creyente. Las Natalias, las Dolores y las Mercedes simbolizan esa misión en la vida, dar vida en medio de tanto dolor, para entender que el que resiste al dolor persiste en el sufrimiento porque no sabe amar. Sin amor, que es lo típico de la mujer, madre, esposa, enamorada y creyente no hay esperanza. Y esta “mujer” nos recuerda que amar se escribe con “a”, de ánimo, aguante, ayuda, apertura y alegría.
Si Jesús pudo cumplir su misión, fue porque asumió el dolor, no como protagonismo del ego, no como los estoicos que dicen, enfréntalo con dignidad, todo es control mental, tú mente lo puede superar. Ni como los epicureos, evita el dolor y goza el placer y esa es la misión en tu vida; es lo que hoy configura la “cultura de los analgésicos” o la cultura individualista de los hedonistas. Ni asumió el dolor con la buena intención de los budistas, quienes dicen que sufres porque deseas y te apegas a esos deseos, elimina los deseos, evitaras el dolor. ¿Quién puede amar sin desear? ¿Quién arma un proyecto de vida sin deseos?
Los humanos, seguimos huyendo del dolor y por eso sufrimos. O nos rebelamos con todo derecho porque no nos gusta sufrir. ¿Para qué sirve creer en un Dios bueno y hay que soportar tanta maldad? Muchas veces se nos ha enseñado desde una religión tradicional entendida literalmente que “cargar la cruz” significa, aguantar, sufrir por sufrir porque después en el cielo o cuando resucitemos seremos compensados, entre otras cosas que se dice y mucha gente se lo cree. “Cargar la cruz es otra cosa”. Ni rebeldes, ni resignados, sino aprender a “reconfigurarnos” desde la vida de Jesús. Jesús llama a los discípulos a que le sigan fielmente y se pongan al servicio de un mundo más humano. La cruz, no es sino el sufrimiento que nos llegará como consecuencia de ese seguimiento, el destino doloroso que habremos de compartir con Cristo si seguimos sus pasos, por eso podemos aprender de Jesús (Quien me sigue en la pena, me sigue en la Gloria).
Jesús me enseña la actitud correcta ante el dolor y sufrimiento: ASUMIRLO, es parte de la realidad de la vida, lo que se resiste, persiste. ABRIRME, no encerrarme en mi ego, como forma de enfrentar y victimarme o quejarme; mirar a los otros, salir de mí, como Jesús SOLIDARIZARME con el que sufre, fue el sentido de los milagros no poder ver sufrir al prójimo. Y así TRASCENDER EL DOLOR al abrirme al misterio de la vida, desde la ORACION, veo más allá en la esperanza, deposito mi confianza, digo de verdad “a ti sí te creo”. Solo así practico un amor real, porque el amor es eficaz da esperanza, alegría, ánimo, juntos es más fácil cargar la cruz de la esperanza, crecer en el amor: “A ti te creo María de la Merced”. “A ti sí te creo Jesús de Nazaret”.
POR:
P. Fabricio Alaña E, SJ
ACTIVIDADES:
1.- Da una definición de dolor y sufrimiento.
2.- ¿Cuál es la diferencia entre dolor y sufrimiento?: puede ser que el sufrimiento es el ideal de alejarlo y el dolor es lo real de padecerlo.
3.- ¿Qué me enseña Jesús para administrar la realidad del dolor? Asumirlo, Abrirme, Solidarizarme, Trascenderlo y Amar.
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