Una de las grandes contraposiciones del ser humano, aquello que se le opone a sus metas y objetivos, a sus deseos y proyectos es la tensión permanente entre finitud y plenitud. Tenemos grandes sueños, pero no lo cumplimos, queremos volar alto y nos sentimos limitados, nos creemos inmortales porque sabemos acumular grandes cosas, hemos realizado grandes eventos, nos creemos inteligentes, pero la enfermedad y la muerte nos limitan.
¿Cómo superar la tensión finitud y plenitud? No hay receta. Saber sobrellevarla, vivir su tensión asumiendo los dos polos. Somos finitos es nuestra realidad. El no aceptarlo no solo nos lleva a no manejar las contrariedades y dificultades de la vida, sino a la soberbia, creernos el centro del mundo y que todo depende uno. Asumir el reto que no podemos encerrarnos en la finitud, que podemos volar, si tenemos raíces, tendremos alas. Tu historia, tu patria, tu familia son tus raíces, pero no limitan tus sueños antes te impulsan a crecer a transformar, por algo estudias, para mejorar lo que hay, para transformar lo podrido que hemos conseguido con nuestra soberbia y limitaciones.
Un joven de secundaria, un universitario dice que tiene el mundo por delante, eso es que está llamado a la plenitud, a crecer con sentido a saber estar despierto y vivir bien, y no engañarse con los goces de la finitud, cuando vende su grandeza, por las lentejas del placer, de los ídolos de moda, por absolutizar lo que es relativo, deporte, tecnología.
¿Cómo formar para la plenitud? Es el desafío de las religiones. No confundir la verdadera doctrina con las ideologías, no menospreciar la tierra por valorar el cielo, y mucho menos no reconocer la grandeza humana por la de Dios. Dios no es enemigo de lo humano, es su Creador. La verdadera espiritualidad nos debe conectar con él, para ser y ser más, para volar, alto y lejos como los grandes santos, los grandes emprendedores de la historia.
El cultivar el espíritu de un joven es apostar por el futuro. Ojalá los educadores y los padres de familia lo tengamos presente. ¿Cómo hacerlo hoy ante tanta mediocridad, ruido, distracciones? Es la labor de los líderes. Un buen líder es como un surfista. Se enfrenta a grandes olas, pero sabe deslizarse, y ante esas dificultades las supera y goza. Por ello, el verdadero hombre y mujer espiritual es un buen lider: enfrenta retos, desafíos.
A un líder, dentro de las múltiples teorías o rasgos que se le piden hay algo que todos esos modelos mentales tienen en común para un líder. Es visionario. Tiene una pasión que lo mueve y sabe motivar, contagiar adecuadamente, la verdadera motivación es la gran autorrealización personal y comunitaria. Al líder se le pide resultado, según muchas teorías. Pero el mejor resultado es la transformación de la persona en una gran persona, compañero, en mejorar el ambiente de la institución que sea valorada en la sociedad por la vivencia de sus valores.
Podemos comparar la experiencia humana de un buen líder con las características espirituales de un seguidor de Jesús, que vive según el Espíritu. Si al líder se le pide visión, al creyente se le pide horizonte: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia” (Mt, 6:33). Si el líder necesita estar apasionado para conseguir sus metas, el creyente debe estar enamorado por sus metas y lo que hace: “Pedro, me amas…” (Jn 21,15). Si el líder debe ser un motivador y estar motivado permanentemente, el creyente debe ser feliz en las contrariedades de la vida y no claudicar jamás: “felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia” (Mt 5, 6-7). Si al líder se le pide el resultado, aquí está la gran diferencia y el criterio de autenticidad de un liderazgo de servicio. El líder creyente espera el resultado, pero sabe que no depende de su esfuerzo sino del dueño de la viña, por eso no es el que cosecha, sino el que sabe sembrar esperanza (Mt 13).
Las personas sabias son las que buscan la profundidad: “Le dijo el maestro al hombre de negocios: -Del mismo modo que el pez perece en tierra firme, así también pereces tú cuando te dejas enredar en el mundo. El pez necesita volver al agua…y tú necesitas volver a la soledad- El hombre de negocios no salía de su asombro: ¿Debo pues, renunciar a mis negocios e ingresar en un monasterio? – NO, nada de eso. Sigue con tus negocios y entra en tu corazón” (Tonny de Mello, ¿Quién puede hacer que amanezca? P. 26).
POR:
P. Fabricio Alaña E. SJ
PARA PENSAR:
¿Cuáles son los grandes desafíos de la vida?
Manejar las tensiones en paz.
¿Un líder sabe manejar las tensiones?
No solo eso, sino transformarlas.
Un creyente: ¿Qué aporta? Espiritualidad y ¿qué es espiritualidad? Profundidad.
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