El pasado viernes recordamos un año más a este santo. Fundador de los jesuitas. Si hay una frase que impacta sobre su figura es esta que proviene de un dicho de los monjes de Montserrat en 1522, quienes, elogiando con gran admiración, se refirieron a Ignacio sentenciándolo como: “Aquel peregrino que era loco por amor de nuestro señor Jesucristo”. La locura de amor, pasión y energía solo es posible por quien se siente tocado por el Espíritu de Dios en Jesús, el liberador.
San Ignacio, fundador de los jesuitas, logró plasmar la pedagogía de Jesús para encender mentes que hagan grandes cosas para la mayor Gloria en sus ejercicios espirituales. Ese es su legado y no lo que muchos escriben transmitiendo los ideales de un caballero de la edad media formado en armas y cortes ni mucho menos un místico que eleve sus pies sobre la tierra, cerrando los ojos, despreciando la tierra. Ignacio es un loco de amor, tocado por el Espíritu que lo escucha, lo sigue, lo discierne. Esto es lo que Jhony Cedeño, pastoralista de la U. E. Cristo Rey, nos transmite en su manera de entender a Ignacio de Loyola, un hombre del siglo XVI que tiene muchas experiencias que compartir, en donde lo esencial es sentirse enamorado de un ideal concreto en la persona de Jesús. (Nota introductoria de Fabro S.J.) Veamos.
Ignacio, un hombre increíble que actuó en maneras controversiales a efectos sociales, llevó una vida llena de aventuras apasionantes de servicio y entrega. Su amor por Cristo llegó a ser tan grande que influyó en su forma tan radical de proceder. Varios de estos actos salen del marco de lo que se llamaría “normal”, así es como se concentra esta idea de que él estaba loco, loco por Cristo. Al hablar de la locura de Ignaciano, primeramente quisiera resaltar tres puntos.
El primero es qué queremos decir al hablar de Ignacio como un loco. Hay que aclarar que la locura de Ignacio fue por Cristo, por su Reino. Un Reino que según teólogos como Pagola y Cabarrús, se basa en fundamentos irreemplazables como la justicia, la solidaridad y la opción fundamental por los pobres, citando al primero de ellos: “La dignidad de los pobres como meta”.
El segundo, que la locura de Ignacio es producida más por los afectos que por la razón, ya que su pasión inicial por Cristo fue irracional. Posteriormente, él trató con el discernimiento que esta fuera más racional.
Finalmente, si hay algo que debemos cuidar en nuestras locuras es que sean apasionadas por algo que merezca ser amado y que al mismo tiempo sean racionales, es decir, que los criterios éticos de Jesús nos iluminen para discernir por dónde nos quiere llevar nuestro Señor a ejemplo de Ignacio.
Queridos jóvenes, ¡Cuidado con sus decisiones apresuradas basadas en un falso idealismo! Hay que discernir con mucho cuidado sus vidas, sus realidades concretas (sus antepasados, familias, ciudades), el contexto actual del país. Debemos meditar y mucho. Igual que Ignacio que se enfrentó a sus miedos y a sus utopías en su convalecencia producida por la bala de cañón y en sus meditaciones en la cueva de Manresa. Ustedes deben aprovechar este tiempo de retiro obligatorio producido por el Covid-19 y naveguen en su interior para preguntarse como jóvenes ignacianos ¿Cuál es el mundo que quieren construir después de la pandemia? Y ¿cuál va a ser su aporte para conseguirlo?
La locura de Ignacio, queridos chicos, tuvo un proceso de purificación, de iluminación. Primero tuvo que desprenderse de todo aquello que obstaculizaba el seguimiento a Cristo, lo que él llamó afectos desordenados: su honor, vanagloria; y sus afectos no tan desordenados como el amor platónico de su prometida imaginaria.
Luego caminó, peregrinó sólo y a pie, buscando la voluntad de Dios. Buscó a su rey en Tierra Santa. Hasta que cayó en cuenta que para servir a Jesús primero tenía que prepararse a través de los estudios. De allí nace la famosa frase ignaciana de “Ser más para servir mejor” que resume todo el magis como criterio fundamental de una buena elección de vida al estilo de Ignacio.
Finalmente, Ignacio se dio cuenta que este sueño tenía que compartirlo. Ese sueño llamado "Compañía de Jesús" nació de la amistad de unos estudiantes de la universidad parisina de La Sorbona. La genialidad de la Compañía no está en la estrella, Ignacio, sino en el equipo que se formó. Ese grupo de amigos en el Señor tenía un horizonte común: Servir a Jesús bajo la bandera de la Iglesia. Escrito de Jhony Cedeño. ACTIVIDADES 1. En base a este artículo, dibuja la personalidad de San Ignacio.
Un enamorado abrazando el mundo, sería mi dibujo.
2. ¿Qué procesos tuvo Ignacio para hacer locuras por Cristo?
sentir pasión, iluminar su corazón, tomar decisiones. Cuando tú haces algo enamorado, ¿Qué pasos sigues?
3. ¿Qué harías tu por Cristo como expresión de amor?
Ignacio: servir, estudiar, orar.
P. Fabricio Alaña. E. SJ, Mg.
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