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LA EXPERIENCIA DE PENTECOSTÉS: LA FUERZA DEL AMOR


¿Qué es experiencia? ¿Qué es pentecostés? Y ¿por qué comparar con la fuerza del amor?

Tener un conocimiento práctico de algo es experiencia. Es decir, puedo conocer desde la práctica cómo funciona algo, qué es ese algo y para qué sirve. En la vida espiritual ese algo es un acontecimiento, un suceso que genera un proceso. Acontece el amor entre dos personas cuando se conocen, se iluminan, se llenan de sentido, quieren algo más. Es posible el amor, porque lo experimentamos, hacemos que se haga realidad cuando lo practicamos. El sentido de hacer el amor, es que el amor nos hace personas. Eso es lo más importante.


Pentecostés es una experiencia espiritual. Un grupo de hombres y mujeres fueron sorprendidos por un espíritu que los hizo comunicar en lenguas distintas y entenderse. Eran de distintas regiones, razas y culturas. Esos hombres estaban encerrados por miedo a los judíos. Después de experimentar ese viento como fuerza, esas lenguas como fuego salieron a proclamar el sentido de sus vidas. Su relación con Dios es de vida y no de muerte, es fuerza en la debilidad y no pusilanimidad. La grandeza del cristianismo comenzó desde la pequeñez de unos cuantos que tuvieron el coraje de creer y practicar la verdad. El Viento del Espíritu los empujó, animó a dar más. (Hechos de los Apóstoles 2).


Para la comunidad de Pablo, la experiencia del Espíritu de pentecostés se parece a la unidad de un cuerpo orgánico. Así como el cuerpo humano tiene distintos miembros y cumplen distintas funciones, estructuran y unen un solo organismo vivo que se sitúa en el mundo como un cuerpo que transparenta su verdad, su belleza en todo lo que es. Así es la experiencia de fe. Creer en el Espíritu es respetar, admirar y fomentar la diversidad. Esta diversidad se unifica en un cuerpo social. Somos armonía en medio de las diferencias, eso nos enriquece, unifica y da vida. (Primera carta a los Corintios 12: 1ss).


Para San Juan (20), lo primero que ofrece Jesús es la paz. La paz cristiana no es una paz a cualquier precio, ni una paz light. No significa ausencia de conflictos. No es un tranquilizante de conciencia ni de ausentar miedos. La paz es armonía de contrarios. Como una verdadera sinfonía. Cuando los distintos miembros de una banda, después de muchos esfuerzos, prácticas consiguen combinar sus distintas notas musicales, desde sus distintos instrumentos surge la canción, la balada, la sinfonía en belleza y armonía. Nuestra vida baila, vive en alegría y sentido. Esa es la experiencia de creer en el Espíritu somos capaces de Dios porque somos seres con espíritu. Y lo somos, cuando luchamos, amamos superamos límites. Pentecostés es la fuerza del espíritu, como la fuerza del amor, es invisible y eficaz, nos hace ir más allá.

Las etapas humanas nos invitan a crecer desde nuestro espíritu humano. Pero también, lo puedo detener por no querer ver más allá, dar un paso para ser audaz creer en uno mismo. He oído que la experiencia de fe en las personas tiene cuatro etapas: La primera es la que viven los niños. Ellos creen lo que les dice su mamá, su papá o su profesor. Las personas mayores son las que les dan seguridad y sentido. Solos, no se sienten capaces de afrontar los peligros que constantemente los acechan. No se imaginan la vida sin tener estas personas a su lado.


Una segunda etapa en el camino de la fe es la que viven los jóvenes, que creen en lo que ven hacer a sus mayores y no en lo que les dicen. Exigen coherencia, resultados. No se fían de las palabras que se lleva el viento.


La tercera etapa es la de los adultos, que creen solamente en lo que ellos mismos hacen y no en lo que les dicen los demás. Las personas adultas se van haciendo autónomas, se rigen por sus propios principios. Un adulto sabe que lo que él mismo no hace, nadie lo hará por él.


La cuarta etapa que vivimos en nuestro camino de fe, es la del anciano, que cree en Dios, sin más. Ha vivido muchas experiencias y se ha ido desengañando de infinidad de seguridades pasajeras que tuvo a lo largo de su existencia. Confió en sus estudios, en su trabajo, en sus amistades, en las posesiones que tuvo. Pero, poco a poco, se ha dado cuenta de que todo esto no eran más que vanidades. Sabe que se acerca el momento definitivo del encuentro con el único Señor de su vida. Lo que está detrás de todo esto es la experiencia del despojo que vamos viviendo cada día y que se acentúa a medida que pasan los años. Un anciano ya no tiene papá ni mamá. Ya no tiene profesores. Ya no tiene modelos de referencia en otros adultos. Ya no se tiene ni siquiera a sí mismo. Se siente sin fuerzas. No tiene otra alternativa que sentirse en las manos de Dios como el niño de pecho se siente en manos de su madre. La vida nos va despojando, poco a poco, de nuestras seguridades, hasta que nos piden entregar la misma vida.


¿Qué sostiene nuestro crecimiento? ¿nuestra capacidad de amar y ser amados?


Por:

P. Fabricio Alaña E, SJ



PARA PENSAR:


¿EN QUÉ CONSISTE LA EXPERIENCIA DEL ESPÍRITU?

Salir de los encierros y superar límites en el amor.


¿CÓMO VIVIMOS LA ETAPAS DE LA VIDA?

Superando el encierro en uno para abrirse a la experiencia del amor.


¿QUÉ ES EL AMOR?

Esa fuerza invisible pero eficaz que me invita a superar límites.

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