Creer en la Resurrección de Jesús no es solo un proceso de comprensión cómo se inició, ni mucho peor en qué consiste. Es un aprender a desaprender rutinas y conceptos caducos sobre la vida, la historia, nuestro mundo. En el pasado domingo de Pascua nos invitan por sexta vez a caer en la cuenta de la sorpresa de la fe y a profundizar en la vida: “La vida tiene sorpresas, sorpresas tiene la vida”.
Hay personas que viven por inercia, hacen lo mismo y son empujadas por la rutina. No saben de dónde vienen ni a dónde van. Otros creen que la fuerza viene de lo alto, sean dioses, mitos, leyendas, causalidades cosmológicas y esperan que los guíen, orienten. Unos pocos entienden que los procesos de salvación y de plenitud solo pueden darse desde dentro y desde abajo. Y esa es la propuesta de humanidad y de salvación que nos trae el VIVIENTE Jesús.
Tres cosas me llaman la atención de ese texto corto del domingo pasado que me invita a tomar postura de cómo reconducir la historia, cómo reinventarme a mí mismo y cómo construir comunidades de solidaridad y esperanza, que son las que trabajan por la ciudadanía para todos, por el cuidado de la casa común en una ecología integral y por dejar una huella en la historia que nos lleve a la plenitud.
La primera me dice que, si sé amar, puedo reconocer el amor de Dios en Jesús y el amor de Jesús en mí, entonces, ellos harán su morada en mí, en todos. ¿Eso es posible? Esa es la promesa y ¿en qué consiste? En sentir, percibir que Dios habita en mí. O sea, que mi cuerpo es templo/morada del Espíritu de Dios. Como habita en los otros. Por lo tanto, habita en la ciudad/sociedad y en el mundo/creación. ¿Por qué no lo reconozco? Es el problema de las ideologías, de las supersticiones, de las falsas espiritualidades que lo ponen arriba y afuera de nuestra historia, mundo o persona. Dios habita en nosotros y es tan real que me hace amar, innovar, crear. Lástima que las ideologías o egoísmos lo alejen o lo encierren en otro lado. Lo que pasa con los hermanos migrantes en el mundo y no solo en nuestro país es una prueba de no reconocer la presencia de Dios, que puede morar en nosotros, que la casa/mundo es de todos.
La segunda sorpresa del evangelio de Juan 14: es que me invita a no tener miedo. Fue el mensaje del Jesús de la historia: “ánimo – tú fe te ha salvado”, muy pocos se convencieron. Ni la comunidad de discípulos que no solo necesitó la Pascua, sino el remezón de Pentecostés para salir de sí, de sus miedos y convertirse en una comunidad de salida, que “primerea, que como Dios toma la iniciativa para comunicar la buena nueva, se involucra en la historia, acompaña a los que sufren y anhelan un mundo mejor, da frutos de lo que cree, predica y festeja la victoria de la vida sobre la muerte. El Pedagogo Jesús sabe educar, enseña los contenidos, los realiza, los recuerda en sus refuerzos pedagógicos pre-pascuales y pos pascuales, pero sobre todo desarrolla capacidades empodera a sus discípulos: “mi paz les doy, mi paz les dejo”. ¡Qué maestro!
Y una vez que me enamora, convence. El Jesús total, el Cristo de la Fe me deja y se va, porque confía en mí y me da mi lugar para hacer historia, y tomar las riendas de la vida: “Si me amarás, se alegrarían que me vaya. Les conviene que me vaya”. Una nueva forma de amar. Amar no es solo presenciar la objetividad del acto de amor, sino hacer presente al ausente en la confianza y libertad de lo que es el amor en verdad. Amar es darse confiadamente, no poseer.
Nuestra historia, entonces tiene sentido. Nuestro mundo será lo que nosotros queramos que sea. Por ello, ante todo, como dice el poeta: “Sé suave, no dejes que el mundo/maldad te endurezca. No dejes que el dolor te haga odiar. No permitas que la amargura te quite la dulzura. Sé tú mismo. Y ante todo, con orgullo, mantén la firme convicción que este mundo es el mejor de los posibles, y que esta tierra es hermosa”.
POR:
P. Fabricio Alaña E, SJ
PARA PENSAR:
¿CÓMO SALIR DE LAS RUTINAS DE LA VIDA?
Reconociendo las posibilidades de mi ser y de los otros.
¿QUÉ ES LO QUE MA HACE ADMIRAR Y VALORAR LO BUENO?
El saber observar que en los gestos y símbolos de amor, todo puede cambiar.
¿CUÁL ES EL MAYOR GESTO DE AMOR DE JESÚS QUE NOS DA VIDA?
Que su humanidad no se dejó aplastar por la maldad. Nadie le quitó su dulzura y gozo de vivir.
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