Si algo tiene el lenguaje poético es que es creativo, te invita a usar la imaginación, te hace “ver más allá de las palabras”, oír en lo más dentro de tu intimidad, levantar sueños e ilusiones. La dura realidad de la envidia, de la mediocridad de contentarte con lo mínimo o lo fácil y rápido, hace que el lenguaje no exprese la realidad en su totalidad, sino en la parcialidad de la vida.
No estamos en tiempo para tanto optimismo como suenan las campanas de navidad desde hace dos mil años. No dejamos de manipular las emociones haciendo creer al otro que vale por los títulos, dineros o cosas que ha conseguido en la vida. Los datos económicos y sociales destruyen muchos relatos de esperanza. Navidad parece un cuento. Y lo es, pero no de ficción, no de proyección con falsas imágenes que nos hacemos de Dios o de la vida, pensando que consumiendo o regalando cosas tranquilizamos conciencias y damos paz. Lejos de eso está la ternura de un niño, la mirada de futuro de unos padres campesinos ante un proyecto inmenso, como el de glorificar la redondez de la tierra sembrando esperanza y cosechando alegría.
Los pastores, los magos/ sabios que vienen de lejos reconocen la grandeza del poder celestial en los cambios cotidianos de las hiervas que alimentan su ganado, las estrellas que iluminan la noche, el palpitar de los corazones que anhelan justicia. Los cuentos de navidad nos hacen pensar más que ilusionar, nos hacen buscar más que tranquilizar conciencias y nos despiertan a nuevos caminos y proyectos como es el de dar educación a un niño, crear un futuro donde quepan todos. Nos muestran que la historia solo la escribirán los que usan la imaginación y la creatividad para dar esperanza y alternativa.
Navidad es oportunidad de creer en las personas. Pero para creer debo confiar que es posible amar, que es posible perdonar, que es posible volvernos a abrazar con sinceridad y ternura. Que la violencia, la corrupción, la mediocridad, la mentira o las ideologías sean sociales o religiosas no producen ilusión, no son la última palabra. Por ello, podemos cantar la palabra poética de Gloria Stefan: “más allá del rencor, de las lágrimas y el dolor/ brilla la luz del amor, dentro de cada corazón/ Ilusión, navidad/ pon tus sueños a volar/ Siembra paz, brinda amor/ que el mundo entero pide más”.
Así es, navidad nos hace reconocer las necesidades reales del mundo y siempre pediremos más, porque los buscadores del infinito, los creadores de sentido, los educadores auténticos no nos conformamos con las cosas de este mundo, tal como están. Y cuando desde una parroquia, una fundación o los mismos entes estatales se preocupan por los niños, los ancianos, los migrantes, reconocen la capacidad de ilusionar que tiene este tiempo para sembrar esperanzas y cosechar alegrías. La única paga que recibimos de todos los esfuerzos que se hacen para marcar la diferencia en esta época es una sonrisa, un apretón de manos o un abrazo sincero con un simple gracias. Eso es suficiente para volver a creer en las personas. Eso es ser humano, aunque volvamos a las miserias de siempre, navidad nos hace nacer a todos a “mirar más allá”.
Puedo decir, como me enseñó un gran teólogo de la web Enrique Galarreta sj (+) que adviento y navidad me hacen decir: creo, comulgo y siembro para encontrar sentido a la vida, para ser lo que tengo que ser, yo mismo un creyente auténtico y un ser dinámico que busca la plenitud. Por ello, creo en el ser humano cuando nos miramos desde la compasión y ternura, todos las necesitamos. Comulgo con la vida y el Dios que me revela su grandeza en la pequeñez de un grano de mostaza, de un pesebre que me revela que la historia puede ser direccionada de otra manera a la figura vigente. Y solo sembrando con mi palabra y mis acciones honestas, poéticas la esperanza que realizo cuando estudio, cuando predico, cuando oro, cuando leo, cuando pido por los pobres y busco ayuda para brindar esa esperanza podré cosechar alegrías que den sentido a la vida.
Desde hace dos años, por culpa de un miserable bicho, que sigue molestando en distintas cepas, vengo celebrando “liturgias on line”, no estoy convencido que sea un sacramento, a lo mejor un sacramental, un destello de la manifestación de la presencia de Dios y de la necesidad de orar con Dios y no solo a Dios por el mundo, por los enfermos, por los que se quedaron sin trabajo. Hemos formado una comunidad virtual, alrededor de 40 a 50 familias, a veces más, a veces menos, estamos allí, en línea. Y desde hace dos años hemos hechos varias campañas para ayudar a sembrar ilusiones en navidad, a arreglar una escuela, a acoger a migrantes.
Este 2021 me siento más feliz que nunca. La campaña de navidad ha sido un éxito, no tanto por la cantidad de dinero y cosas que me han ayudado sino por el deseo que tienen que los pobres sientan que no están solos y que dar es la mejor manera de recibir. FELIZ NAVIDAD A TODOS Y GRACIAS DE CORAZÓN COMUNIDAD VIRTUAL ME HACEN CREER EN LAS PERSONAS.
Por:
P. Fabricio Alaña S.J
PARA PENSAR
¿POR QUÉ NOS CUESTA CREER EN LAS PERSONAS?
Por las miserias de todos los días.
¿POR QUÉ NAVIDAD HACE RENACER LAS ILUSIONES?
Nos hace recordar la ternura de un niño, el proyecto de amor de una pareja.
¿QUÉ HACER PARA CREER EN LAS PERSONAS?
Confiar, comulgar, sembrar esperanza.
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