La nueva encíclica Dilexit nos, del Papa Francisco, la cuarta, retoma el tema de la devoción al CORAZÓN DE JESUS y hace una interpretación para comprender la realidad del AMOR HUMANO Y DIVINO DE JESUS, invitando a hacer una resignificación del sentido de esta devoción muy desprestigiada en los últimos años, para re-inventar una práctica desde una comprensión auténtica de lo humano con trascendencia.
¿Por qué el corazón? “Porque sólo el corazón hace vivir humanamente la vida. Sólo a través del corazón, el espíritu se hace alma y la materia cuerpo, y sólo a través de él existe la vida del hombre como tal, con sus alegrías y sus penas, sus trabajos y sus luchas, tanto miserables como grandes". "Aquí, finalmente, hay una intuición del padre Diego Fares, (sacerdote argentino jesuita que vivió en el colegio Javier de Guayaquil dos años dando clases, como maestrillo): no hay dos corazones iguales y cada corazón es un 'cocorazón'; es decir, un corazón que existe 'con los demás', con la memoria de los demás, en diálogo con otros que lo aman. No existen 'corazones solitarios'; por eso, para conocer el propio corazón es necesario conocer el de quienes te aman, y quién mejor que Jesús para esta tarea".
La encíclica Dilexit nos, invita a repensar qué es lo esencial del ser humano y en estos momentos donde predomina el paradigma tecnocrático, la inteligencia artificial, la sociedad digital y el mundo de las relaciones pragmáticas basadas en el utilitarismo, tanto tienes tanto vales, donde solo se mide el sentido desde las apariencias, la productividad, la rentabilidad no queda espacio para la gratuidad, ni los valores.
Hace necesario preguntarse ¿qué es lo que motiva nuestro actuar? ¿qué es lo que llena el corazón del ser humano hoy? En donde las guerras y la atroz violencia social de grupos organizados hacen una convivencia no solo tensa sino frustrante. Pensar ¿qué da sentido a nuestras vidas? y ¿podemos volver al corazón como lugar de la sinceridad, verdad y belleza de nuestra existencia? Es entender el corazón humano de Jesús, que lo reveló en sus gestos y palabras que revelan un ser humano singular, trascendente. Es decir, la plenitud de sentido, que solo desde lo humano podemos comprender el corazón divino, cuando penetramos su misterio de comunicación y salvación.
Uno de los párrafos maravillosos de la encíclica, que es la comprensión profunda del ser humano nos hace pensar en cómo volviendo al corazón como paradigma de sabiduría y sede de la sinceridad, el Hombre y Mujer de hoy puede revertir la historia y profundizar el mundo de sus relaciones: humanas, cósmicas y divinas.
Leamos estos párrafos del capítulo uno, como presentación de la Encíclica Dilexit Nos, pero pongámonos la tarea leerla toda, para tener una visión propia del corazón del hombre como misterio de amor, discernimiento y decisión para ser libres, para establecer proyectos de fraternidad y no simples componendas o sociedades anónimas. Y atrevernos los católicos a repensar y reorganizar ciertas prácticas pastorales para hacerlas no solo más atrayentes a las nuevas generaciones sino auténticos actos religiosos productos de sinceras relaciones.
El párrafo 1 es el principio y fundamento de la encíclica, que da pie a lo que venimos diciendo, nos apoyamos en su Palabra y no en nuestras interpretaciones, pero lo comprendemos desde nuestra humanidad para abrirnos a su divinidad: «Nos amó», dice san Pablo refiriéndose a Cristo (Rm 8,37), para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada «podrá separarnos» (Rm 8,39). Pablo lo afirmaba con certeza porque Cristo mismo lo había asegurado a sus discípulos: «los he amado» (Jn 15,9.12). También nos dijo: «los llamo amigos» (Jn 15,15). Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad: «nos amó primero» (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús «nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16).
Los siguientes párrafos, es la propuesta de volver al corazón y comprender el misterio, grandeza y miseria de nuestra vida:
& 5: Al mismo tiempo, el corazón es el lugar de la sinceridad, donde no se puede engañar ni disimular. Suele indicar las verdaderas intenciones, lo que uno realmente piensa, cree y quiere, los “secretos” que a nadie dice y, en definitiva, la propia verdad desnuda. Se trata de aquello que no es apariencia o mentira sino auténtico, real, enteramente “propio”. Por eso a Sansón, que no contaba el secreto de su fuerza, Dalila le reclamaba: «¿Cómo puedes decir que me quieres, si tu corazón no está conmigo?» (Jueces 16,15). Sólo cuando él le contó su secreto tan oculto, ella «comprendió que él le había abierto todo su corazón» (Jc 16,18).
&6. Esta verdad de cada persona tantas veces está oculta debajo de mucha hojarasca que la disimula, y esto hace que se vuelva difícil sentir que uno se conoce a sí mismo y más aún que conoce a otra persona: «Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo?» (Jr 17,9). Así entendemos por qué el libro de los Proverbios nos reclama: «Con todo cuidado vigila tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida. Aparta de ti las palabras perversas y aleja de tus labios la maldad» (4,23-24). Para volver al corazón hay que cuidarlo. ¿Te atreves?
POR:
P. Fabricio Alaña E, SJ
PARA PENSAR:
1. ¿POR QUÉ HABLAR DEL CORAZÓN?
Necesitamos repensar los modelos de vida que hemos construido.
2. ¿QUÉ NOS DICE DEL CORAZÓN LA ENCÍCLICA?
Ante todo, es la sede de la sinceridad de tu vida y acciones.
3. ¿CUÁL ES LA PROPUESTA DEL PAPA?
Volver al corazón para vivir auténticamente.
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