Diego no conocía el mar. Su papá lo llevó a descubrirlo. Viajaron y viajaron. El mar estaba más allá de los montes de su provincia, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, el mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su Padre: “PAPÁ: ¡AYÚDAME A MIRAR!” (Eduardo Galeano, el libro de los abrazos, 1994).
¿Qué es un padre? No es el que crea, sino cría, dice nuestro pueblo. Y ¿Quién es el que cría? El que educa, sigue diciendo nuestra sabiduría popular de aquellos que no han tenido Tablet, laptop, ni smarthphone, ni currículos condensados, ni clases flip flop, ni educación on line. PERO HAN TENIDO VERDADERA EDUCACIÓN EN CASA. Papá en especial y mamá con dedicación se han preocupado enseñar lo esencial a sus hijos, para que sean hombres y mujeres de bien, en especial en el campo y en aquellas familias que venían del campo a la ciudad y forjaron lo que hoy se conoce como las grandes metrópolis, ciudades inteligentes, las quieren llamar por su capacidad de consumo, conectividad y confort. Los verdaderos papás, mamás se preocupaban que sus hijos tengan valor y valía, sepan lo que valen como personas, no se pierdan en un facilismo de conseguir lo que desean, sino que sepan que lo que vale cuesta, pero la verdadera valía está en valorar la vida, la tierra que te vio nacer, la admires, la cuides y sepas relacionarte con ella.
El saber mirar el inmenso mar es saber contemplar una puesta del sol, un admirar la belleza de ese horizonte, es sentirse tocado por ese misterio que te invita a ser grande, atrevido y querer probarlo, sumergirte, adentrarte en él. Pero al mismo tiempo que te atrae, te provoca respeto, su inmensidad te desborda, la audacia de querer penetrarlo se combina con la reverencia de saber contemplarlo y mantener la distancia, pues del agua viene la vida, como de la muerte. En el fondo un papá que ayuda a mirar la belleza de la naturaleza a su hijo, ayuda a admirar el misterio de la vida. Y en un mundo pragmático o relativista como el que hoy vivimos ese es el mayor regalo que un padre, madre puede hacer a su hijo. Y el mayor regalo que puede dar un hijo o hija a su padre/madre es simplemente un GRACIAS PAPÁ – MAMÁ POR ENSEÑARME A MIRAR.
Hoy nuestros chicos, en especial los de la ciudad, lo que más miran, pero no admiran es la porquería, la incertidumbre o la maravilla que pueden encontrar para soluciones funcionales en la pantalla de un televisor led, de una compu o de un celular, si es que tienen dinero para datos.
“El aprender en casa”, como campaña educativa es muy distinto a lo que aprendían en casa con un papá o una mamá que se preocupara de los valores de la vida y no de que no moleste su hijo, lo deje teletrabajar, conversar con sus amigos, hacer sus cosas. Hoy los chicos estorban a los padres, y por eso en la educación presencial de la vieja normalidad, era un requisito que el mejor colegio que podían pagar los papás era el que ofrecía más actividades a los chicos desde la mañana a la tarde.
No tiene nada que ver, con la campaña del “aprender en casa” de esta educación emergente que la pandemia actual nos ha metido a todos los educadores, donde se incomoda a los mismos docentes que no han estado capacitados en hacer guías de aprendizaje on line, que no son las mismas planificaciones de clases presencial, que le toca al maestro poner de su sueldo rebajado, por cierto, para tratar de conectarse con los chicos que tienen internet. Está incomodando al papá o mamá, que tiene que hacer lo suyo por sobrevivir y que ahora debe entender la guía para ayudar a comprender los trabajos que le mandan los docentes para toda la semana en cada asignatura. Quedó lejos el manejo de los ABP, aprendizaje basado en proyecto no sabemos usarlos, peor los padres de familia.
¿Quién sale perdiendo en esta teleducación emergente? Los niños y los jóvenes y el futuro del país. Así no se aprenderá a ver el sentido de la vida, ni encontrar tu lugar en el mundo y mucho menos valorar la vida, la educación y sentirte útil para la sociedad.
En el día del Padre/madre, no hay por qué separar, pues el mayor reto es hacer realidad el proyecto de un papá o de una mamá cuando se unieron para formar una familia, es mirar juntos el horizonte de vida para que su amor perdure, sea creativo y productivo. El mayor regalo que un papá debe seguir haciendo es enseñar a mirar con una actitud de admiración que despierte la curiosidad, creatividad y la cooperación, eso hará a los chicos capaces de admirar la belleza de la vida, del universo. Como dice un proverbio oriental: “si miras un árbol y solo ves un árbol, no sabes observar. Si miras un árbol y ves un misterio increíble eres un buen observador”, y yo dirá, serás el científico, el empresario, el educador, el sacerdote que necesita una sociedad para hacer contemplar el misterio de la vida como misterio de amor. Y la respuesta de todo hijo será siempre un simple GRACIAS. GRACIAS A LA VIDA QUE ME HA DADO TANTO, en especial un papá/mamá que me enseñó a mirar.
Reflexionemos:
¿Cuál es el mejor regalo de un padre a un hijo?
El enseñarle a mirar
¿Cuál es la mayor dificultad de los hijos para aprender a mirar?
Que los papás no tienen tiempo o no pueden enseñar a mirar.
¿Qué es lo que debemos mirar a profundidad?
La vida como un misterio de amor.
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