Mi Padre que me las ha dado es más que todos y nadie puede arrancar nada de las manos de mi Padre. (Jn 10, 29).
Este texto de la liturgia del IV Domingo de Pascua, refuerza la enseñanza central de la Iglesia que nos invita a convencernos de la presencia real de Jesús en nuestras vidas. Nos relacionamos con un Viviente, no con un muerto. Jesús es una persona no una idea, su vida es un símbolo de humanidad y el punto de encuentro –meeting point- donde acudimos para refugiarnos de desgracias o para prepararnos a despegar. “Meeting point” es la frase que se pone en colegios u sitios parecidos para que se encuentre la gente en un terremoto o catástrofe. En los aeropuertos aparece esta frase para reunirse todos los pasajeros que van a despegar.
Las apariciones son experiencias de encuentro, para experimentar la nueva forma de relacionarse de Jesús con nosotros, con sus discípulos, con los hombres y mujeres de todos los tiempos, siempre y cuando reconozcamos el meeting point de nuestra historia y cultura. Y eso es hoy el desafío más grande para cualquier religión, para cualquier proyecto de humanidad, que lleguemos al Uno en medio de tanta diversidad, que reconozcamos al hermano-humano en medio de tanta violencia e ideología.
Ya san Juan nos advertía, el gran problema de la humanidad es la ceguera, “Vino a los suyos, y los suyos no lo reconocieron” (Jn 1) El escritor Saramago escribió sendos tratados de la ceguera y lucidez para describir la realidad actual de la humanidad, hambrienta por tener y no por ser –Tratado de la ceguera- dio pistas en la contrapartida –tratado de la lucidez- pero muy pocos llegan a ella. “Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no escuchan” (Mc 8: 18).
Jesús nos une en Dios. Como Dios no abandonó a su Hijo en la cruz, respetó sus opciones, acompañó su sufrimiento, pero lo reinvindicó en la resurrección. Llegar a la plenitud es un proceso que asume la vida, lo real, “Lo que no es asumido no es salvado” decían los padres del siglo II. Dios está en Jesús y en Jesús está la humanidad, porque él es el hermano mayor que nos guía a la verdad plena, desde el amor incondicional. Para creer necesito confiar y para confiar necesito experimentar que mi vida no está en el vacío, en la nada, que no es un sinsentido.
La sociedad actual provoca, miedo, no se puede confiar en nadie. Para vivir con otros, que es el destino de todo ser humano necesitamos leyes y a montón, para salir a la calle y regresar con vida a la casa, necesitamos militarizar la ciudad ¿qué calidad de vida es esta? ¿Eso es vivir con otros? ¿Es posible otro modelo de sociedad? ¿El cristianismo desde su fe y convicción que en nuestra vida estamos “cogidos de la mano de Dios” ¿Es real para los creyentes lo que nos revela el texto de Juan en el cuarto domingo de pascua?: “nadie nos arrebatará de la mano de Dios”. Si eso es así ¿por qué no confío? ¿Por qué mi fe no aporta a generar confianza en la convivencia social? ¿Será nuestra programación emocional? ¿Nuestra frágil racionalidad que la sobredimensionamos, creyéndola poderosa?
El Padre Tony De Mello S.J, en su libro de meditación sobre la vida. “Una Llamada al Amor” nos dice: “Si cambiaras tu programación, tus sentimientos de inseguridad se desvanecerían en un santiamén, aun cuando todo lo existente en el mundo exterior a ti permaneciera igual que antes. Hay personas que se sienten inseguras sin tener un dólar en el banco, mientras que otras se sienten inseguras a pesar de tener millones. Lo importante no es la cantidad de dinero, sino la programación”. Hoy que lo programamos todo con algoritmos o software sofisticados ¿me programan para ser feliz y vivir confiados? ¿Resuelve el problema de la inseguridad, de la convivencia la tecnología?
Por ello, nos dice el Padre De Mello: “hay personas que, a pesar de encontrarse en las mismas condiciones en que tú te encuentras ahora, no sienten la menor inseguridad. Esas personas existen, y seguramente conoces a alguna. Ciertamente el problema no depende de la realidad exterior a ti, sino de ti mismo, de tu programación”.
Para mí, y para muchos hombres y mujeres de fe, nuestra confianza en el Padre que nos evidenció Jesús es vivir cogidos de las manos de ese Dios Padre, que se manifiesta en la mano de su Hijo que me enseña a amar, a superar el sufrimiento y de la mano de su Espíritu que me ánima a vivir el presente sin nostalgia por el pasado ni angustia por el futuro. Al confiar en la palabra de Jesús, se me invita a vivir en plenitud –vida eterna- y a conocer un amor incondicional cuando me atrevo a conocer realmente a Jesús vivo y actuante en la historia. ¿Vivo como si me siento cogido de la mano de Dios?
Por:
P. Fabricio Alaña S.J
PARA PENSAR:
¿CÓMO VIVIMOS HOY EN NUESTRA SOCIEDAD?
Con inseguridad.
¿POR QUÉ NO PODEMOS CAMBIAR NUESTRA INSEGURIDAD?
Porque no cambiamos nuestra programación emocional.
¿MI FE EN QUÉ ME AYUDA?
En sentirme de la mano de Dios, como Jesús para caminar con esperanza.
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