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REIMAGINAR LA ESPERANZA


Todos y todas sentimos emoción cuando hablamos de esperanza. Intuimos y anhelamos algo grande o pequeño, tierno o con esfuerzo, lo cierto es que nos mueve a pensar en cosas diferentes, a sentir que las cosas puedan cambiar, que mi vida puede ser mejor.


¡Que Jesús trajo esperanza al mundo! Sus hechos, sus palabras lo dicen, pero lo que más impacta son sus señales en la nueva presencia de Jesús como resucitado. Señales, que en San Juan 20, son las manos y el costado. No creemos en cualquier resurrección, sino la de aquel que nos amó hasta el extremo, y ese extremo fue la cruz. Veinte siglos de cristianismo ¿qué hemos hecho con la esperanza? ¿hemos podido cambiar estructuras? ¿hemos podido contagiar al mundo de alegría y paz? Hay más de 26 guerras atroces en el mundo, hoy nos preocupa solo Ucrania. Hay más muertos en el mundo por hambre que por la guerra de misiles y balas. Nos impacta más esta y con razón, pero la otra no nos movilizamos como debemos ¿Qué esperanza tienen los pobres, los migrantes, los niños con pésima educación, las madres solteras, los niños sin padres ni madres, las prostitutas, los drogadictos?


Alguien decía, los pobres solo tienen a Jesús, a Dios y a quien se aliene en su orilla. Pero, ¿Dios nos tiene a nosotros? ¿somos agentes de esperanza de resurrección quienes predicamos que Jesús está vivo? Jesús es un “Viviente” y no un durmiente ni apariencia, ni pausa hasta que vuelva. Ya aquí y ahora quien desee experimentarlo atrévase a jugársela por lo que da vida. Esa es la esperanza en quien desea conocer a Jesús. Es una aventura y una osadía. Pero es mejor vivir con ilusión que aplastado por el desencanto y la desunión.


Hoy en mi primera reunión con un grupo de mis alumnos, de los cinco que me toca para compartir las aventuras de conocer a Jesús, usé para conocer más y mejor el pensamiento de mis alumnos una “rutina de pensamiento” (parte de las estrategias de la educación para la comprensión para hacer más visible el pensamiento de los alumnos. Esto es del projet zero de Harvard). Y un alumno del tercer nivel universitario compartió con sinceridad sus respuestas a la rutina VEO – PIENSO – ME PREGUNTO. La idea era sintetizar su pensamiento sobre Jesucristo en la vida, en la cultura al comenzar este curso. La sinceridad fue grande. “No veo a Jesús en mi historia ni en la sociedad, pienso que la gente solo busca su bienestar, y en este momento lo que más necesitamos es dinero para poder vivir”. Su pregunta fue: “¿puedo ser feliz con el dinero?” La respuesta no tenía que darla, debía iniciar un proceso de buscar la verdad de sus afirmaciones, pero respondió: claro que sí. Lo que hoy más esperanza da es el dinero, y eso nos hace feliz.


No es el momento de compartir el bonito diálogo que hicimos para que analice si realmente la gente es feliz por el dinero, pero se planteó que argumente con evidencias. Por lo menos escuchó. La pregunta que a mí me surgió es ¿cómo hacer para que Jesús y su proyecto de vida sea realmente esperanzador? La respuesta que hoy comparto es que nos urge a los creyentes a “reimaginar la esperanza”.


Y reimaginar la esperanza es lo que hace Jesús en la resurrección. Este segundo domingo de pascua, en la figura de Juan 20, 19-30, es lo que hizo Jesús con Tomás, a quien lo llamamos el incrédulo, y a quien debemos darle un doctorado por pensar la fe a profundidad y reimaginar su relación con el Viviente Jesús. Necesitamos ver sus heridas y tocar sus llagas, así recuperamos su historia, su proyecto, anima nuestro barro con su espíritu no anula nuestra fragilidad antes la necesita para levantarnos y en especial enviarnos a misión, “ustedes serán mis testigos”.


Ver para creer es el proceso necesario de ratificar la relación con el crucificado; no creemos en cualquier resucitado y creer para ver es el camino de vuelta para experimentar su nueva presencia entre nosotros, su cuerpo glorioso y su espíritu que nos forma y anima. Creer en Jesús es una novedad y eso invita a reimaginar las relaciones personales y comunitarias poniendo en el centro de nuestra comunidad a Jesús y su proyecto, cuando la gente no ve a Jesús en el centro de nuestras vidas, surge la desesperanza, el aislamiento y los nuevos ídolos que ofrecen la esperanza de lo material, placentero y efímero de la vida. Tocar las llagas de Jesús es encontrarse con las “llagas vivientes de Cristo hoy”, los que sufren. Tenemos derecho a equivocarnos, pero tenemos más posibilidades a reimaginarnos, reinventarnos, aún no sabemos de lo que somos capaces ni hemos desarrollado nuestra capacidad y asombro ante lo bello y novedoso que me presenta la vida. Otra alumna en la misma rutina se preguntaba ¿podré encontrar a Dios en la naturaleza? San Ignacio de Loyola, hace 500 años en la contemplación para alcanzar amor, dijo que sí.


Por:

Fabricio Alaña E, S.J


PARA PENSAR

¿QUÉ HEMOS HECHO CON LA ESPERANZA?

Muchos usarla como fuerza de vida, pero con poco impacto, otros guardarla, y ¿Tú?


¿CÓMO HACER PARA QUE JESÚS Y SU PROYECTO SEA REALMENTE ESPERANZADOR?

Reimaginando la Esperanza.


¿CÓMO REIMAGINAR LA ESPERANZA?

Aprendiendo de las experiencias de los primeros discípulos, poniéndolo en el centro de la vida y tocando sus llagas hoy.


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