Ser consciente es simplemente darme cuenta de lo que pasa y me pasa. Se puede hablar también de ser capaz de escuchar la voz interior y la voz trascendente. Pero en la sociedad del ruido, del fast food or trash, esto suena a muy idealista. Por ello, es mejor decir, ser consciente es ser capaz de percibir desde lo más superficial a lo más profundo: sensaciones, emociones, sentimientos, ideas, pensamientos, ideales, metas y proyectos.
Felicito y animo a la sociedad en general a seguir el ejemplo de un grupo de la sociedad civil de Manta que propuso la meta de “Manta 2030, la ciudad de la educación”. Felicidades a Joselías Sánchez Ramos. Esto es un gran paso para “cambiar el rumbo, transformar la educación” (Artículo de Joselías Sánchez, en el Mercurio, domingo 23 de enero 2022. Cultural, pág. 11).
¿Somos consciente de lo que este ejemplo pretende? me dirán claro. Pero hemos caído en la cuenta que en el país, Latinoamérica y el mundo se vienen haciendo estas propuestas desde hace más de 40 años. La misma Naciones Unidas en los objetivos del milenio, los viene cambiando en cada reunión. Había propuesto la calidad educativa para el 2020 para todo el planeta. Aún estamos lejos. Por eso, pregunto, cuando hacemos estas necesarias e importantes propuestas: ¿de qué somos conscientes? Ya que el negocio de la educación aumenta y la calidad disminuye para la mayoría.
Más que escuelas o centros que impartan educación se requiere una sociedad que eduque. Es decir, que sea consciente que todos somos responsables del cuidado y crecimiento de los niños y jóvenes, de sus talentos y posibilidades, que papá y mamá o quien hagan sus veces estén en permanente diálogo e incorporando las propuestas innovadoras, hoy vigentes, en donde el nuevo rol del docente y del alumno aprenden más desde las experiencias que de meros contenidos y teorías y junto a los padres de familia. Algo debemos haber aprendido en esta pandemia que incorporó la tecnología como herramienta importante para transformar la educación en quienes pudieron utilizarla. Por lo tanto, como sociedad, como país ¿somos conscientes de la necesidad de transformar la educación?
Lo que más se requiere hoy es políticas públicas que fomenten el cambio, no que centralicen, que impulsen la creatividad y el emprendimiento, no que controlen. Y esto no se hará si el maestro no está bien formado, remunerado y evaluado como el gran facilitador del cambio, que jamás será remplazado por ningún algoritmo o aparato electrónico. El docente es el que nos ayuda a saber pensar, que nos sabe retroalimentar.
Querido Joselías, en tu artículo señalas las etapas del proceso educativo y comienzas por la universidad por ser el más impactante y urgente. Pero lo esencial es al revés, invertir en educación es comenzar con los mejores propuestas y centros desde el nivel inicial. Comenzar desde aquí es la gran apuesta, pero no lo vemos, no somos consciente de ello. Muchos padres de familia, prefieren invertir en bachillerato y la universidad, pues allí están cerca del mercado laboral. Cuando no vemos, que hoy el mercado laboral es más digital, virtual, creativo y pensante. Duele ver el pésimo estado de la educación fiscal en su estructura física en su gran mayoría, no digamos del ambiente social que hoy se vive el país: violencia, tráfico de personas, drogas, maltrato a la mujer, entre otros males. Sin ambiente adecuado no habrá desarrollo sustentable.
Dada la realidad del país, la meta de Manta 2030, queda corta, pero puede ser un gran impulso y gran momento para fomentar la creatividad, sentar a políticos y gremios profesionales y barriales qué hacer para innovar, es la palabra que debemos usar; ya que todo se transforma desde simples cambios a grandes cambios. Hoy se trata de algo nuevo, es cambiar el chip mental que sí podemos, que las fuentes de la vida que nos señala la historia no está en los técnicos ni burócratas sino en la voluntad de un pueblo que sabe lo que es amar, luchar, crear. Es el amor a lo que hacemos y el amor que recibimos lo que nos ayudará a fomentar la investigación y creatividad que nos hará cambiar.
Educar ante todo es enseñar a amar. “Ser capaz de ver más allá de las apariencias y prejuicios para descubrir la bondad y belleza intrínsecas de cada persona, y poderla admirar como un regalo siempre distinto y nuevo, como una extraordinaria oportunidad para amar y servir” (Antonio Pérez Esclarin 2021). Por eso, una de las mejores formas de amar es la política, entendida como el ejercicio de un amor eficaz a los demás. Esto es lo que nos hace falta. Hoy no podemos ser cristianos sin comprometernos a transformar nuestro inhumano mundo. La dimensión política del amor exige crear las condiciones estructurales para una vida digna y justa, así como remover sus obstáculos. Sin esto no habrá meta educativa real y sostenible.
Por:
P. Fabricio Alaña E, S.J
PARA SEGUIR PENSANDO
¿ES POSIBLE CUMPLIR LA META TRANSFORMADORA DE MANTA 2030?
Tú qué opinas. Yo digo, que sí, si es que se involucra toda la sociedad y cambian los políticos.
¿QUÉ MISMO ES LO QUE DEBEMOS TRANSFORMAR?
Entender que la verdadera educación exige una transformación política y social, no solo pedagógica.
¿POR DÓNDE COMENZAR E INVERTIR MÁS?
Por la Educación Inicial.
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