"Alégrate, lanza gritos de gozo, está en medio de ti tu Salvador" (Sofonías 3: 14-18). "Estad siempre alegres en el Señor, el Señor está cerca" (Filipenses 4: 4-7). Y el profeta Juan que comenzó su discurso de cambio con amenazas, con la imagen del fuego y el bieldo que divide lo que sirve de lo que no sirve termina su mensaje con esta frase: Así, con largas y diversas exhortaciones, anunciaba al pueblo la buena noticia.
Anunciar el evangelio es anunciar una noticia buena, porque llena de alegría, porque da sentido a la vida, porque soluciona un problema. Los tiempos que vivimos ¿nos ayudan al optimismo, como dice Pablo, a estar siempre alegres?
En todo tiempo histórico ha habido personas pesimistas y personas optimistas. Personas que profetizan desgracias o personas que anhelan un futuro mejor basado más en sentimientos y proyecciones que en realidades y esfuerzos. Si en algo nos ayuda este tiempo de adviento es a estar atentos, no solo al mundo exterior y sus oportunidades y amenazas, sino y sobre todo al mundo interior con sus debilidades y fortalezas. Adviento ayuda a conocernos internamente, desarrollar lo que somos, podemos y anhelamos. Desvela la persona, hombre o mujer de fe, esperanza y amor, o evidentemente su contrario, porque no tiene esa experiencia del espíritu y del conocimiento auténtico.
La verdadera sabiduría reside el conocimiento de sí mismo, decía Sócrates y el gran desafío para el desarrollo humano es aprender a conocernos. En una cultura occidental, en donde se encuentra nuestro país, donde gracias a la globalización de la economía, tecnología en sus grandezas como en su miseria imitamos comportamientos fácilmente como características de los valores que hoy se viven.
En esta cultura, que algunos la llaman posmoderna, prima lo superficial sobre lo profundo. Así el cultivo de cuerpo es cuestión de imagen, de cuerpos esbeltos y cosméticamente bellos, pero no dicen nada de la ética, de sus valores cuando ven lo que pasa en la sociedad con niños de la calle, con la corrupción en todos los niveles, eso no interesa, salvo que toque sus intereses. No hay un hacerse cargo de la realidad, pensar por qué ocurren las cosas que ocurren y ver sus causas y no solo padecer las consecuencias, peor encargarse de la realidad, es decir asumir, dolerte o indignarte ante lo que pasa y menos cargar la realidad tomar posturas concretas ante situaciones de injusticias, miserias, soledad… Lo que pasa a los negros de Africa es culpa de ellos y pasa allá, así a los migrantes latinos hacia USA, o los niños de la calle en nuestra ciudad.
¿Cuál es la característica central de la sociedad posmoderna? La indiferencia o indolencia ante los problemas humanos. La inconciencia de lo que da dignidad humana y lo que nos hace crecer. La intrascendencia de muchos de nuestros proyectos o aspiraciones. Somos inmanentes, solo lo que palpamos y sentimos nos interesa. Vivimos encerrados y programados en nuestra finitud. ¿Qué alegría experimentamos, entonces, cuando nos sentimos positivamente motivados? Los libros de autoayuda y autoestima, nos invita al pensamiento positivo nada más y no nos hablan de la autenticidad del ser, de lo que somos y realmente nos identifica y une a los humanos.
Los textos de adviento nos señalan un camino, pero ese camino se impulsa desde dentro y desde abajo y no desde fuera y desde arriba, y por eso no entendemos la grandeza de Dios revelado en la sencillez de un niño, su ternura como principio de unificación de la vida, la pulcritud de una mujer y más si es campesina como María, y muchos menos el señorío de José al asumir el hijo de María como propio y el amor como decisión oblativa de un proyecto más grande, más universal, más necesario en un mundo donde entendemos el amor como posesión y no como oblación desinteresada. Adviento nos libera.
Adviento nos libera de esas falsas imágenes de Dios, lejano, juez, vengador o rey y nos señala su imagen en el niño y su ternura, en la belleza de una mujer que forma al hijo para el mundo y cuida su vida, y en José que nos muestra lo que es ser varón, asumir retos, cuidar la familia, amar sin medida a su compañera, pero en especial a caminar con ella.
Nos libera de la trivialidad de la vida, de "tirar la vida", de dejarnos fascinar por las pequeñas satisfacciones, de que la vida no sirva para nada. Hay un destino, hay un sentido, hay una tarea que hacer, que no está en sufrir y resignarse mirando a la vida eterna, sino en trabajar para construir el Reino, la humanidad soñada por Dios, aquí y para siempre.
Nos libera del "problema del mal". No somos capaces de entender por qué hay mal en el mundo y en nuestra propia vida, pero sabemos qué tenemos que hacer frente al mal del mundo y sabemos que todo ha de acabar en la victoria del amor de Dios.
¿Cuándo las personas religiosas le preguntan a Juan qué debemos hacer? Este no dice rezar, ir al templo, hacer ejercicios espirituales, simplemente dice: practiquen la justicia, den de comer y de vestir. Es la ética el camino hacia Dios que señala Juan, el precursor y que Jesús profundizará en el su proyecto del Reino de Dios, sus signos de curación, de compasión, de cercanía con la gente y de comulgar con ellos, comer con ellos en sus luchas y esperanzas. Feliz tercer domingo de adviento.
POR:
P. Fabricio Alaña E, SJ
PARA PENSAR:
¿QUÉ NOS DIFICULTA VIVIR EN ALEGRIA PERMANENTE?
La cultura posmoderna y las falsas imágenes de Dios.
¿QUÉ ES LA ALEGRIA PARA EL SER HUMANO?
El desvelamiento de la autenticidad de su ser.
¿CUÁL ES LA ALEGRIA DE ESTE TERCER DOMINGO DE ADVIENTO?
Que Dios quiere que vivamos alegres por su cercanía, por su libertad de amar.
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