Juan es un adolescente muy activo, antes de la pandemia además de tener buenas notas en sus estudios, de practicar dos deportes que le encantaba, de ir al cine con su “pelada”, y de ir a comer con sus panas, quería mucho a su familia, en especial a su mamá, a quien le decía “mi gorda” y con un beso le sacaba dinero para sus aventuras y permisos ante el padre para sus andanzas. Cuando llegaba el DÍA DE LA MADRE, tenía choque de conflictos, pues sus “compromisos” no le permitían ni regalarle cosas a la madre como “símbolo de amor y gratitud” ni darle el beso o desayuno que de pequeño le daba. Ahora un casi hombre grande, tiene otras prioridades, pero el cariño es real. A lo mucho le manda un emoticón con un beso whatsapp, pero, pero el real va a dárselo a la novia. Son los adolescentes de hoy, no todos por cierto, pero cada vez su número aumenta.
Hoy que recordamos como sociedad civil a mamá y que has estado con ella más de dos meses, encerrado y seguro has recuperado espacios, anécdotas y le has dado todo el tiempo que se merece y todos los besos que estaban ausentes, ¿cómo vas a celebrar este día? ¿será distinto a los otros días de cuarentena? ¿has recuperado todo aquello que te dará fuerza para el resto de tu vida?: ¿valorar a los que ama, hacer memoria del amor gratuito y de los cuidados que hoy te darán las energías para enfrentar esta y cualquier crisis? ¿Eres ahora un ser resiliente, capaz de sobrellevar tensiones gracias a las energías de tu ser, del amor recibido? Entonces hoy no solo darás besos, desayuno y promesas a mamá, sino que pensarás con ella, como “sanar un mundo roto”. Y eso es un arte, aprovecha de mamá, que es especialista en sanar corazones rotos, familias con graves problemas y de cuidar en el barrio a quien más lo necesita, acordándose de la ancianita o anciano que vive solo, del que no tiene comida, o libro, ahora diríamos computador para estudiar.
Aprendamos un poco, de los japoneses, ellos tienen un término –kintsukoroi- para referirse al arte de recomponer lo roto. “Cuando se rompe una pieza de cerámica, valiosa, los maestros de este arte ancestral la reparan con oro, dejando la cicatriz de la reconstrucción completamente a la vista y sin ningún disimulo, pues para ellos, una pieza reconstruida es un símbolo perfecto que aúna fortaleza, fragilidad y belleza”. Si algo nos dejará el COVID19 será un corazón roto, por la cantidad de muertos que ha dejado, más de diez mil dicen fuentes no oficiales, que siguen la evidencia del sentido común la cantidad de entierros o de trámites en el registro civil y no los datos computarizados por expertos que no dominan el arte de la big data. Lo más duro y que demorará sanar esa herida, es no habernos despedido ni dado el entierro o ceremonias culturales y cultuales que simbolizaban la despedida digna de un ser querido. Nos queda su memoria, su amor real.
Este año celebraremos un día de la madre especial, pero no por el sufrimiento o tristeza, no por el encierro ante el peligro del virus. Antes, es una oportunidad para ser creativo y fieles al amor. Sino por la nostalgia de las lecciones de la historia que no aprendamos la lección y todo este destierro en autos-encierro no nos hagan mejores humanos, más sensibles y salgamos corriendo no a los bares o rutinas de siempre, ni a ganar más dinero perdido, sino a la necesidad que la pandemia nos ha recordado, necesitamos repensar la vida, sanar este mundo roto no por este virus, sino por el sistema de consumo y desarrollo que hemos creado, por esa sociedad competitiva y excluyente forjada. Hoy necesitamos sanar un mundo roto, y qué mejor que recordar las cualidades de una mujer, madre, amiga y trabajadora que es especialista en ello.
Gracias mamá por los cuidados que me diste de niño, por la paciencia que me tienes en mi adolescencia y por la sabiduría que me das en mi etapa adulta, así como por el postre del queso de coco, que nadie lo hace como mi mamá.
En este día y en esta pandemia tu forma de ser me recuerda la forma de ser y revelarse de mi Dios, Creador y Padre, que ente todo se manifiesta como Madre. “me llevarás en brazos y sobre tus rodillas me acarician, como un niño a quien su madre consuela, así me consuela Dios…Al verlo, se alegrará mi corazón” (Isaías 66, 10-14). De esta pandemia saldremos con más resilencia y con más gratitud para ver a la mujer como madre, amiga, compañera y como la maestra de la vida que me enseña el arte de vivir. El corazón es el símbolo del amor, como de la sabiduría, ya que me hace tomar las decisiones que me ayudarán a reconstruir la vida, la sociedad, a sanar corazones.
El arte del kintsukoroi, es el símbolo de la fortaleza, fragilidad y belleza. Es el símbolo del poder y la belleza que se expresa en la debilidad. Es la experiencia de fe en la cruz y resurrección. Ya que en “la llama del amor todo el miedo se consume”.
Reflexionemos:
¿Qué es el KINTSUKOROI?
El arte de recomponer lo otro
¿Qué tiene que ver el KINTSUKOROI con el día de la madre?
Me recuerda la especialidad de una madre, amiga y mujer, en especial en esta pandemia.
¿Qué es lo que debería hacer después de la cuarentena?
Salir agradecido a sanar heridas sociales y culturales.
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