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La mujer en la vida del javeriano


Hasta hace pocos años sólo existían javerianos, hombres que estudiaron en la Unidad Educativa Particular Javier – antes sólo Colegio Javier –. Hoy, mujeres se abren paso en una tradición de más de cincuenta años y forman las grandes filas de estos ciudadanos con vocación de servicio, amor por la excelencia y profunda convicción de que – como decía el P. Pedro Arrupe S.J. – hay que ser agentes de transformación para la sociedad en la que viven.

Compartir juntos aulas, patios, laboratorios y canchas, donde conviven más de seis horas diarias, y algunos más de ocho, ha dado la oportunidad de integrar y completar plenamente el proyecto educativo de los jesuitas en el Ecuador: formar hombres y mujeres para los demás, quienes sean capaces de reconocerse a sí mismos como parte del todo, para que en esa medida logren ser parte de la continua evolución de la sociedad humana. Es por ello que desde los centros educativos jesuitas ecuatorianos el Cristo Rey en Portoviejo, el San Gabriel y el Gonzaga en Quito, San Felipe Neri en Riobamba, y el Borja en Cuenca, el amor a la Dolorosa es la tónica de nuestro ser y hacer.

¿Por qué una mujer se convirtió en la Patrona de la Educación Católica del Ecuador? Porque no bastó simplemente manifestarse prodigiosamente ante unos adolescentes quiteños aquel 20 de abril de 1906, sino porque su mirada, maternal y protectora, logró quebrar la coyuntura que el Ecuador vivía en aquella época y demostró que tan sólo una mirada de amor es capaz de revelar el sentido de nuestra vida. La Dolorosa, a través de aquella mirada sollozante, nos anima, nos empuja, nos mueve a formar hombres y mujeres capaces de reconocerse y crecer en todas sus dimensiones. El javeriano es capaz de ver en ella a la mujer que es madre, amiga, compañera, futura esposa, aquella colaboradora en este proyecto divino de cuidar y embellecer lo humano y su hábitat.

Fomentar la devoción en ella no es introducir ideas y conceptos teóricos que se dicen de una mujer, a quien la reconocemos como Madre de Dios; por el contrario, es comunicarle al mundo que una mujer – sencilla y humilde – fue capaz de colaborar en un proyecto, de dar alegría a la humanidad. Desde lo que nos relata Juan – en los versículos que narran el inicio de la vida pública de Jesús – en las bodas de Caná, en donde María pronuncia únicamente “No tienen vino”; hasta ese mismo vino, símbolo de la alegría, es donde se refleja ese proyecto humano: Unir al hombre y la mujer para formar una familia en medio de una sociedad donde la tristeza es lo que prima.

Es en esta sociedad egoísta, material y consumista donde María nos enseña que ser mujer y amiga es aprender a dar esperanza y alegría, es superar las limitaciones de la vida. Ese testimonio de María es el que comunicamos día a día a nuestros javerianos. Cada vez que celebramos la Misa del 20, los consagramos a la Madre Dolorosa cuando llegan a Octavo Año; cada vez que se elevan por encima de todo lo terrenal voces gritando al mundo “Madre mía Dolorosa, que nunca podré olvidar. Virgen que, como un lucero, me alumbras desde un altar…” y que cuando llega el momento de levantar el vuelo a nuevos horizontes regresan a ella, a recordar una vieja carta escrita en su niñez, estamos seguros que la Dolorosa los recibe con sus brazos abiertos nuevamente, a cubrirlos bajo su sagrado manto.

El símbolo real que queremos inculcar no es la mera estampa o medalla que se les regala o consiguen, y que muchos guardan para el resto de su vida en la billetera o en su pecho. El símbolo real es ESCUCHAR Y CUMPLIR las siguientes palabras que dijo María en esas bodas de Caná: “Haced lo que Jesús les diga”. ¿Qué difícil es entender la misión de una mujer en la vida de un hombre y de la sociedad? Y para muchos ¿Qué difícil es entender la vida? Para nosotros la vida se simboliza en el vino, como la alegría de haber encontrado a la mujer ideal, que es la de carne y hueso que tengo al lado como amiga, compañera, esposa, caminante de la aventura de cuidar y embellecer la humanidad y el hábitat, así cumplo la voluntad de Dios (Mc 3:31).

Tan sólo quiero terminar recordando uno de los retratos más sublimes de María. En San Juan, María comienza hablando al inicio del Evangelio, desaparece sin darnos cuenta. Se pierde de nuestros ojos mientras recorremos los versículos para aparecer sin palabras, pero sí con el gesto de estar al pie de la Cruz y escuchar de los labios de Jesús la Misión de la Madre, la mujer, de la amiga que nos entrega a la humanidad: “Mujer, ahí tienes a tu Hijo”. ¿Qué es lo que queremos al final fomentar en los jóvenes que se educan con nosotros? La convicción que no estamos solos ni huérfanos en este mundo, y que la ternura y sabiduría de la mujer es la mejor compañía para superar la soledad y la animalidad que muchas veces vemos en nuestra sociedad.

Fabro, SJ

PARA PENSAR:

¿QUÉ PAPEL JUEGA LA MUJER EN LA VIDA DE UN JOVEN?

La de madre, la de amiga, la de compañera, la que ayuda a caminar con ternura.

¿EN QUÉ CONSISTE LA ESPIRITUALIDAD MARIANA?

En aprender a reconocer que no estamos solos, que la ternura y sabiduría de la mujer nos acompaña.

¿PARA QUÉ SIRVE FOMENTAR LA DEVOCIÓN A MARÍA?

Para ofrecer vino al mundo, es decir, dar alegría y sentido a la vida.

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