Suena a una de esas canciones antiguas que suele cantar mi mamá cuando va en su auto o cuando simplemente tiene un tiempo de escuchar música haciendo alguna labor de la casa. Sin embargo, el título de esa melodía refleja mucho mi sentir como joven hoy. No sé, como todo pasó tan rápido no recuerdo cuándo fue que terminé la primaria, donde mi única preocupación era la de salir de casa con algún implemento para jugar en el recreo de la escuela ¡Todo era tan fácil!
Un día simplemente pasé a ser de los ‘‘más grandes’’, ya estaba en básica media, no tardó mucho en que mis padres ya no fueran los mismos, ellos también me empezaron a ver ‘‘más grande’’ y fue así como sus visitas constantes al colegio empezaron a disminuir, ya no disfrutaban mucho de mis presentaciones, ya yo era grande y debía solo cumplir.
Mis miedos crecen al igual que mi cuerpo, los cambios son tan grandes y la necesidad de sentirme querid@, guiad@ se vuelve necesaria; pero mis padres están muy ocupados, sus trabajos los consumen. El internet, mi cuarto ‘‘Mi soledad y Yo’’ se vuelven una constante en mi vida. Las palabras de aliento, los abrazos, se van alejando cada día de mi existir; han cambiado a las frases:
- Trabajamos muy duro para darte todo.
- Lo único que tienes que hacer es, estudiar y sacar buenas notas.
- No sabes hacer nada, no sirves para nada.
Mis padres no se dan cuenta que no espero que me compren todo lo que quiero, no deseo que me lleven todos mis caprichos; solo deseo que escuchen mis llamados, que la mayoría de las veces no son escuchados. No deseo padres helicópteros, que esperan darme todo y no permitirme nada, nada de aprender las cosas básicas de la vida, de esas que se enseñan con amor, con el contacto.
“Somos una generación perdida”. “Los jóvenes de hoy no sirven”. No saben cuánto daño nos hacen esas frases. Hemos aprendido lo que nos han enseñado. Pero estamos seguros que podemos dar más, más de lo que ustedes pueden imaginar.
Necesitamos que nuestros padres, educadores… los adultos en general se sienten a nuestro lado, nos ayuden a sacar lo mejor de nosotros. No nos dejen solos porque piensen que estamos “grandes”. Ustedes son nuestro referente, nuestro aliento, nuestra inspiración.
No nos dejen a la deriva de amigos insensatos, de empleadas del servicio que por más cariño que nos tengan no saben orientarnos. No nos dejen sumidos en las fiestas, el alcohol y las drogas. No nos dejen con nuestra soledad.
Somos una generación de jóvenes creativos, capaces, con un espíritu que se desborda de nuestro cuerpo ansioso de aprender, ansioso de hacer muchas cosas, con sueños tan altos que sobrepasan las nubes.
Sí, creemos en Dios, pero no en un Dios estático; creemos en un Dios de amor, de acción, en ese que se junta con los más necesitados, que tiene en su esencia la nobleza y la sencillez de un niño.
Somos eso, una generación que nació con la velocidad del tiempo y la tecnología. Pero que precisa de lo básico de la vida: AMOR.
Por
Letras al Alma
Reflexionemos:
¿Por qué no entendemos a los jóvenes?
Porque en lugar de escucharlos, ponemos nuestras exigencias y criterios de adultos primero.
¿Cómo podemos lograr que los jóvenes se abran con nosotros?
Ofreciéndoles un espacio de confianza en el que puedan sentirse libres de expresarse.
¿De qué manera transmitimos los valores que queremos inculcar?
Primero tratar de comprender su entendimiento de cómo él/ella ve su realidad, luego generar acciones en conjunto que creen vínculo y conexión con los valores que deseamos vivir.