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Una nueva mirada


La historia de Gillian Lynne es un ejemplo concreto que en el campo educativo la mirada del adulto, del educador, del psicólogo, es clave para descubrir la riqueza de las personas y ayudarles a desarrollar lo que ellas son y desean para encontrar la plenitud, el sentido de sus vidas.

Resulta que Gillian, una niña de ocho años, no le iba bien en la escuela; se distraía con facilidad; se movía mucho; no podía estar quieta, miraba mucho la ventana; tenía fea letra; sacaba malas notas. Sus maestras ya no soportaban más. El DECE, departamento de psicología, llama a la mamá y le pide que la lleven a un gran psicólogo, pues ellos ya no saben qué hacer. La señora no disponía de recursos suficientes. Sin embargo, la lleva donde un buen psicólogo. Esto era por los años de mil novecientos treinta. Hoy le diagnosticarían Síndrome de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y seguro le recetarían Ritalin o algo parecido, aquellos fármacos para tranquilizar a los niños. El psicólogo no hizo nada de eso.

El psicólogo sentó a la niña en un cómodo sillón. Conversó un buen rato delante de ella, preguntando por sus gustos e historia. Luego dejó sola a la niña y se fue a un extremo donde no podía verlos. La observó atentamente. La mirada del psicólogo era de mucha ternura y confianza. Vio cómo Gillian se levantó, se acercó a la ventana y de repente se puso a bailar, dar vueltas y sonreír con mucha seguridad.

El psicólogo se volvió hacia la madre de Gillian y le dijo: señora su hija no está enferma. Es bailarina. Llévela a una escuela de danza. La madre hizo caso y después de algunos años, esa niña inquieta, se transformó en una de las mejores directoras de coreografía y danza del mundo, quien junto a Andrew Lloyd Webber, crearon algunas de las más célebres producciones musicales para teatro de todos los tiempos, entre ellas, el Fantasma de la Ópera.

¿Cuál fue el método del psicólogo para dar un buen consejo a la madre de Gillian? Simplemente saber mirarla con otros ojos, no los ojos que diagnostican enfermedad o hiperactivismo; sino los ojos de quienes descubren las cualidades de los chicos y le ayudan a desarrollar lo que ellos tienen que ser, no lo que los adultos piensan que deben ser. No el remedió del fármaco, sino la terapia de la ternura y confianza que las cosas tienen otras posibilidades a las tradicionales: llevarla a una escuela de danza no es dejar de estudiar ni de suspender su inteligencia. Es todo lo contrario, es entender que el ser humano tiene múltiples inteligencias y saberlas captar en su conjunto y desarrollarlas simultáneamente es saber entender cómo aprende y se desarrolla el ser humano.

Una nueva mirada es la clave para educar. Es el desarrollo del ser lo que está en juego y no el cumplimiento de un currículo lleno de contenidos y asignaturas. Una nueva mirada sobre el mundo es lo que la ciencia no puede dar si el ser humano no se ha mirado a sí mismo para potenciar sus talentos e inteligencias.

Por:

Fabricio Alaña E.

Reflexionemos:

¿Cuántas Gillian conoces?

A muchos niños que diagnosticamos con déficit de atención o hiperactivismo.

¿Cómo ayudar a los chicos a saber lo que son?

Mirándolos con cariño, descubriendo sus talentos con una mirada inteligente.

¿En qué debe cambiar la educación?

En desarrollar el SER de los chicos y no el llenarlo de contenidos.


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