¿Cómo llegarán los chicos a su nuevo inicio de clase?
¿Motivados? ¿Cansados de tantas vacaciones? ¿Asustados porque no saben qué se van a encontrar de nuevo? ¿Será lo mismo? ¿Mi centro educativo ha preparado algo nuevo? ¿Mis profesores están más capacitados? ¿Qué proyecto haremos novedoso o nos apegaremos a los textos y letra del currículo?
La verdad es que no es fácil encontrar respuestas correctas y consensuadas a estos interrogantes. El misterio de conocer a las personas ni tiene un tiempo límite ni se puede encerrar en un espacio corto de palabras. Sin embargo, levanto la mirada a la historia, comenzando con la historia de mi vida educativa, desde niño o desde mis estudios teológicos o de posgrado en universidades fuera del país. Siempre me encontraba con un salón pintado, con una pancarta de bienvenida un beso o un abrazo cariñoso de mi maestra.
En mis estudios de posgrados mis mejores docentes me contagiaban su pasión por la lectura y la investigación cristológica, y nos ponían a leer los últimos libros de grandes cristólogos, pensadores de la fe, no simples repetidores de fórmulas. Por cierto, muchos de ellos, suspendidos o llamados la atención por el control centralizador de la fe en el Vaticano. El pensamiento divergente es origen de creatividad y autenticidad, no siempre se lo puede valorar. Pensar es arriesgar.
Educadores, la mejor manera de recibir a nuestros chicos en esta aventura del saber para crecer humanamente, además del abrazo y sonrisa emotiva, propia de un maestro con vocación, es arriesgarse a innovar, a no repetir más de lo mismo, sino a profundizar en lo bello, lo bueno, lo verdadero de la vida y llevarlo al aula para contrastarlo, valorarlo y saber el uso o finalidad de las cosas y de la ciencia. No solo es necesario encontrar los por qué de la vida y cosas, estudios y causas, sino el para qué me atrevo a enseñar, como el alumno aprender. Entonces la aventura del saber es un diálogo no solo una dialéctica.
Diálogo de generaciones que deben entenderse para cuidar y embellecer la casa común, que hoy estamos destruyendo por el modelo de desarrollo y de persona imperante. Dialéctica que no busca condena o rechazo, sino análisis y síntesis para llegar a conclusiones y avanzar con el pensamiento.
La mejor manera de recibir a nuestros estudiantes es con el testimonio de quien sabe a dónde va. Y la mejor manera de comenzar el año es abriendo la mente y los corazones a la curiosidad y creatividad de aprender a vivir con pasión y sentido en pro de una misión en la vida: dejar este mundo mejor de lo que lo encontramos. Por lo tanto, no terminan las vacaciones, algo bueno, bello y verdadero aprendiste en tu vida de descanso. Ni comenzamos un nuevo ciclo de aprendizaje, ya que la vida como proceso me invita a aprender y aprender a aprender siempre.
Por:
Fabricio Alaña SJ
Reflexionemos:
¿Cómo entender el arte de educar?
Como un proceso de desvelar la bondad, verdad y belleza del ser
¿Para qué educamos?
Para Humanizar
Entonces, ¿comienzan o terminan?
Continuamos el proceso de crecer.