El caso de la Joven Magdalena, las presentes reflexiones son ficticias, basadas en mi manera de comprender el evangelio, en especial el de Juan y de vivir la fe a la que pertenezco, que evidentemente necesita rejuvenecerse, adaptarse a los tiempos y para ello, lo mejor es volver a las fuentes, releer el evangelio, orar más y acercarse al mundo juvenil.
La Joven Magdalena es una mujer muy concreta, más que pertenecer a un pueblo, pertenece a una cultura, una raza en donde los deseos, las ambiciones, y los anhelos es lo típico humano en búsqueda de plenitud, de vida. Esto es lo que hoy debemos ver, una mujer que la literatura religiosa ha categorizado como “pecadora”, la literatura novelesca como “prostituta”, “amante”. El revisionismo histórico-teológico-cultural como la amiga, la misionera, la animadora de una comunidad creyente, como la mujer testigo de la verdad, bondad y belleza del Resucitado.
La experiencia de María Magdalena es personal, nadie puede asegurar cuáles son los hechos, qué es lo que pasó entre ella y Jesús de Nazaret, entre ella y la comunidad primitiva, entre ella y la Madre de Jesús, como las demás seguidoras, discípulas de Jesús. Las interpretaciones tampoco pueden ser subjetivas, ni arbitrarias, se basan en testimonios y en la apreciación de los símbolos de vida, de amistad, de esperanza. Lo cierto es que María Magdalena, como mujer inspira y provoca muchos diálogos, dimes y diretes. No hay duda que es uno de los personajes más enigmáticos de la Iglesia, de la sociedad. El rol de la mujer en la sociedad aún no está definido, no hablemos en la Iglesia, por eso vale pensar la intencionalidad de los textos bíblicos y la finalidad que podemos sacar para inspirar las relaciones masculino – femenino que debemos establecer en un clima de respeto, confianza y complementariedad.
El texto de san Juan que cada vez que lo leo me hace pensar en varias maneras de entender la relación de esta mujer fascinante y atrevida, es el del capítulo 20: del 1 al 18. Cuando aún estaba a oscuras se atreve a ir al sepulcro con otras mujeres. Este hecho o expresión de fe de atreverse a buscar al que habían matado es típico de muchas mujeres, en muchos lugares del mundo y en el tiempo. Han tenido el coraje como aquella joven asiática Malula de pedir más escuelas y no venta de armas a los hipócritas países del primer mundo que pregonan democracia y paz a costa de la explotación de las masas.
De vez en cuando se levantan las mujeres consideradas por algunos hombres como sexo frágil y reivindican derechos para los suyos y la sociedad en general, como cuando luchan por conseguir medicinas para enfermos, alimentos para niños, entre otras grandes gestas de amor y esperanza. Eso nos muestra la joven Magdalena que no acepta que su Maestro y Señor muera como un malhechor, no se comprenderá, como nosotros hoy racionalistas de todos los tiempos, tampoco comprendemos qué es la resurrección, pero sí valora la amistad y la grandeza humana de pasar haciendo el bien y sirviendo a los demás, aunque esto cueste la cruz, como a Jesús.
María Magdalena, como mujer, como persona nos muestra el valor de una amistad, el coraje desinteresado de servir, ¿qué interés seguiría? El simple valor de dar honrada sepultura al amigo. Al mismo tiempo su pregunta ¿dónde lo han puesto? Revela no la simple angustia de no estar el que debe estar en donde los poderes del mal y el autoritarismo lo han dejado, sino la ESPERANZA que puede estar en una nueva forma de ser y relacionarse… Eso es resurrección y a eso es a lo que nos invita, seguir buscando la vida: “no busques entre los muertos al que está vivo”, le dice el Ángel. ¿Nuestra relación con Dios es viva o ficticia, ritual de muertos? Por lo tanto, María Magdalena es fuente de frescura de vivir la fe de forma viva, auténtica con sentimiento, con coraje en los claros oscuros de la vida se muestra la fuerza del corazón, la autenticidad del creer.
Cuando María Magdalena se encuentra con el Resucitado, lo reconoce al escuchar su nombre, símbolo real y concreto de relaciones auténticas y formativas. Un amor verdadero solo es posible cuando se reconoce a un tú como otro, se llama como son, como un buen maestro con su alumno. Y lo que es más atrevido la mujer controvertida, toca al hombre Jesús, desea captar la esencia de la vida que es amar de verdad y tocar lo absoluto lo único que vale la pena: la verdad, la bondad, la belleza de las relaciones que humanizan y dignifican. Eso hace que María Magdalena no solo muestra que fue verdadera discípula, sino testigo y maestra de humanidad, de fe, de esperanza.
Queridas jóvenes: ¿entienden el rol que les toca vivir hoy en la sociedad y cómo deben relacionarse con el Otro para que se dignifiquen, se den vida y caminen a la plenitud?
Por:
Fabricio Alaña E
Reflexionemos:
¿Quién fue María Magdalena?
Una discípula y testigo de la resurrección de Jesús
¿Por qué se la ha desvalorizado en la Iglesia e historia?
Por el machismo, clericalismo reinante culturalmente hablando.
¿Qué nos enseña de humano-divino?
Valorar la amistad y la búsqueda de plenitud de vida.