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GRANDE EMILIO


De los jóvenes se dice de todo: que no tienen valores, que tienen muchos vicios, que solo les gusta las fiestas, deportes, sus amigos, sus novias o novios, que las tecnologías los tienen esclavizados, que pasan mucho tiempo en el gimnasio, que el culto al cuerpo es lo central en sus vidas, que en los colegios se aburren, entre tantas otras cosas que parece que nuestra sociedad no tiene futuro y que el presente es una perdición. Eso sí, cuando hablas con una mama equis, lo mejor que hay en el mundo es su hijo o hija incapaz de alterar una norma, ellos confían plenamente en sus chicos.

No hay duda que los seres humanos vivimos polarizados, en contradicciones y que no, nos damos cuenta con facilidad de nuestras falencias o temores. Por algo, el gran escritor Saramago escribió dos tratados, uno sobre la lucidez y otro sobre la ceguera, este último para describir la sociedad actual en general y la lucidez para buscar las condiciones de posibilidad de encontrar la verdadera condición humana, que no es la ceguera sino la lucidez, que viven pocos.

El padre Tonny de Mello. SJ, al explicar qué es la espiritualidad, nos decía que es “simplemente el vivir despiertos”, estado al que pocos llegan ya que viven dormidos en falsos sueños o ilusiones, o en creencias que delegan el coraje de decidir sobre sus vidas o cómo llegar al Dios vivo y verdadero en la autoridad religiosa, en la Biblia o en las normas. Por ello, viven llenos de miedos y esperanzados en que alguien los salve. ¡Qué lejos está para la mayoría de la gente el comprender cómo nos Salva Dios en la propuesta de Jesús de Nazaret que le decía a la gente: “Animo, Tú fe te ha salvado”!

Hoy en día los jóvenes son un problema para quienes viven dormidos o no se dan cuenta de lo que son ellos capaces. Qué diferencia tan grande hay entre un Profesor, y un EDUCADOR. El Profesor transmite conocimientos, da clases, en una junta de curso vive quejándose de la poca atención que prestan los chicos, de lo vagos que son. UN EDUCADOR forja mente y corazones, camina al lado de los chicos, tiene la paciencia histórica de los grandes ideales que se forjan poco a poco. Esta es la historia y la trascendencia de Emilio.

Emilio un chico a punto de comenzar la universidad en el exterior, pasó por varias etapas de su vida, la del niño normal, la del adolescente inquieto, la del incipiente joven que entró en depresión por no poder jugar su deporte favorito por una lesión, la del que casi pierde el año por sus malas notas y conductas. Gracias a su madre que supo acompañarlo en todo sentido para que siga adelante y supo entablar las conexiones adecuadas con el grupo de profesionales del colegio de Emilio que trabajaban interdisciplinariamente entre el tutor, el psicólogo y el pastoralista, supieron apretar a Emilio, aflojar cuando era necesario pero sobre todo uno de ellos y gracias al nuevo método pedagógico que el colegio supo adaptar a tiempo para innovar una pedagogía anticuada, le pusieron desafíos y retos y entendieron que el estudiar es vivir, que la vida debe entrar en los estudios y que la verdadera evaluación es auténtica, formativa, no es una nota. Los chicos son y valen más que una nota.

Emilio y sus docentes, pero sobretodo su acompañante pastoral comenzaron a estudiar dentro de sus propuestas curriculares el fenómeno de la migración, por qué se produce, qué consecuencias trae, y en especial buscaron la forma de acercarse al migrante. Justo el colegio hizo un convenio con una institución social Hogar de Cristo que se dedicó a buscar cómo aliviar en algo la venida de tanto migrante venezolano a nuestro país, sea porque están de paso, sea porque buscan quedarse, se creó el proyecto UN TECHO PARA EL CAMINO donde se da atención por unos días y se les ayuda a seguir su camino o a incorporarse en el país.

Emilio estudió el proyecto, buscó cómo hacer algo por ellos es así que presentó a su equipo docente un proyecto Interdisciplinar el cuál tenía como objetivo la creación de una microempresa de chocolates, hecho por los mismos migrantes, capacitados por expertos que él buscó, posterior iniciaron la producción y comercialización de los chocolates que ayudarían a nuestros hermanos venezolanos.

Sin embargo, no fue tan fácil como pudiera parecer, para iniciar se necesitaba un fondo base, pero esto no fue impedimento, Emilio estaba decidido a conseguirlo, fue así que, se dedicó a vender dulces fuera de la misa del colegio los domingos en la noche, a lavar carros, hacer rifas, entre otras actividades. Todo su esfuerzo dió resultados logró conseguir la suma necesaria dos mil quinientos dólares.

Hoy en día él mismo vende los chocolates en paquetes bien armados y presentados donde destaca la finalidad de los recursos obtenidos. Esta es una gran historia que vale la pena contar y aplaudir, en ella se refleja que si existen jóvenes que no hacen parte del montón del que la sociedad se queja. En este caso esos chocolates representan todo lo que un joven es capaz, los valores que tiene y puede desarrollar, gracias a su mamá y a sus acompañantes que supieron ser verdaderos educadores y no burócratas de una profesión.

Por:

Fabricio Alaña E.

Reflexionemos:

¿Cómo describirías a los jóvenes hoy?

Hay de todo, pero los hay como aquellos que representan la verdad humana.

¿Cómo acompañar a un joven?

Con técnicas, con paciencia y con esperanza, siendo educadores y no profesores.

¿Qué proyectos deben hacer los chicos en los colegios?

Todos aquellos que sean significativos para aprender lo que son capaces y ayudar a la humanidad.


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