En la sociedad actual del consumo, del multitrabajo (cuando lo hay), de la tecnología metida en muchos hogares donde la gente se comunica por whatsapp y no por la comunicación cara a cara y menos cordial, donde la compañía de muchos niños son los smarthphone, las tablets, las computadoras y no el cariño real de sus padres: ¿tenemos claro quien cuida de nuestros niños?
Jesús nos dio ejemplo de preocupación real por los niños: “Y le traían niños para que los tocara; y los discípulos los reprendieron. Pero cuando Jesús vio esto, se indignó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios. En verdad os digo: el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en sus brazos, los bendecía, poniendo las manos sobre ellos”. Marcos 10:13-16
Muchos de nosotros hemos escuchado este apartado de la biblia donde Jesús nos llama a recibir su reino como niños con pureza de corazón. Es aquí entonces donde encontramos también su llamado a cuidarlos y a protegerlos. Sin embargo, me suena cada vez más aterrador escuchar constantes casos de violaciones sean físicas o psicológicas, maltratos, secuestros y muertes de pequeños inocentes e indefensos; suena aún más aterrador saber que es en el seno de su propia familia donde los niños encuentran constantemente a sus agresores.
Como sociedad tenemos un gran deber moral y espiritual para con ellos, somos nosotros los adultos quienes debemos luchar por construir un mundo mejor y seguro brindándoles un hogar donde puedan desarrollar sus capacidades como personas. No podemos continuar argumentando que los niños son el futuro, esto es una mentira cómoda que nos libera de responsabilidad, los niños son el presente y el futuro, es en el presente donde podremos cuidarlos y formarlos ‘Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él’’ Proverbios 22:6.
Nos llenamos la boca diciendo que esta generación está perdida, y que los tiempos de antes eran mejores, más sanos suelen decir; quizá a muchos no les va a gustar la pregunta que les voy hacer pero es necesario que la reflexionemos ¿Acaso no son ustedes la generación anterior quien educó a los que hoy llaman perdidos? Es necesario asumir responsabilidades, reconocer nuestros errores y empezar a enmendarlos, no podemos seguir satanizando y haciendo creer que los niños que vienen ya son “malos’’ y por eso los dejamos en la barca de la vida sin horizonte.
Necesitamos salir de nuestra zona de confort y asumir nuestros roles como padres, madres y educadores. No podemos seguir permitiéndonos que los niños crezcan solos, acompañados de nanas y de tecnología, permitiendo que otros a quienes seguramente también lastimaron derramen su dolor y frustración en ellos. Hoy más que nunca no bastan leyes de protección al menor, ¿de qué valen si no se las cumplen? Hoy hace falta que el Gobierno, la Sociedad y todos asumamos nuestro rol, nos responsabilicemos del cuidado y desarrollo sano e integral de nuestra niñez y juventud, ES NECESARIO CREAR UNA CULTURA DEL CUIDADO AL MENOR.
Esta cultura del cuidado comienza en la familia sabiendo con quién se deja a los chicos, dándoles calidad de tiempo para estar con los hijos y no mera cantidad, en las escuelas con los protocolos de saber atender, acercarse y cuidar a los chicos a quienes los padres los entregan para que no solo los eduquen, sino que los formen, y en la sociedad general con campañas de prevención, capacitación sobre el tema.
Para los creyentes Jesús nos invita a no perder la fe en la humanidad, y esta fe debe manifestarse en acciones concretas de ayuda al prójimo y sobre todo de amor y cuidado por los predilectos de Dios los niños y los pobres.
Por
Fabricio Alaña E
Reflexionemos:
¿Cuál es el indicador que sé cuidar a los niños?
Cuando le dedico calidad de tiempo, no mera cantidad.
¿Qué es lo que más se necesita para cuidarlos?
Una cultura de cuidado y protección al menor, no solo leyes.
¿Qué debo privilegiar cuando los dejo en casa o institución educativa?
Saber con quién los dejo, averiguar por los protocolos de atención.